jueves, 22 de mayo de 2014

La habitacion de Al Batro


                                                                                            las paredes de la habitación de la gaviota”








La ventana de la habitación estaba sin cristal. Una gaviota loca en su vuelo iniciático, encontró allí  su muerte.
Al final del barrio de Lala Rahma se encuentra el cementerio judío.                              
 Joya del Atlántico, como diamantes relucen sus tumbas.                                          
 Familias perseguidas por la injusticia descansan en paz.                                                  
Hubo un naufragio dónde perdieron la vida todos los ocupantes de ese barco maldito.                                                                                                                                                  

Sara guiada por su instinto llegó a la caída del sol.                                                           
 Entre las tumbas de sus antepasados quería materializar sus sueños.                                    
Una espiral de creatividad  atravesaba su cuerpo.                                                                 
 La esencia de la brisa marina, la perspectiva de los espacios blancos, abrían la puerta a la inspiración.

Karin “el generoso” era el guardián de este cementerio. Alimenta las tumbas y da de comer a los hambrientos.
Sara tenía una habitación vacía con una ventana sin cristal con vistas a un laberinto.
Karin le había contado la historia de la gaviota. Se sentía hermanada con ese ser alado.
Quería hacerle un homenaje, ponerse en su piel, llevar sus alas. Darle vida…





Sara se encuentra con sus orígenes cada vez que visita un pueblo.
Oliendo excrementos de vaca, viaja a su niñez.
Ha venido con la abuela judía a la aldea dónde nació. Beben leche agria y té.
Todo se mueve, la energía del amor  se manifiesta en cada instante, lágrimas, risas, té. 
Sentadas en tarbeas. Escuchan la llamada a la oración.
Los colores ocre y azul de las casas iluminan la estancia mientras que el olor a especias les acaricia.  Sentadas en viejas alfombras esperan su destino.
Sara comparte sus emociones, sintiéndose parte de un todo.
Unida a la creación se siente en paz. Un fluir  de mestizaje humano.
La abuela judía cura con saliva. Como en un ritual chamánico masajea un pequeño bulto en el cuello de la niña.
En los actos curativos la fe mueve montañas…la mente es tan poderosa.
Sara es un “sans terre.” Busca un rito que la libere.
Necesita un día en familia. Mujeres y niños corriendo. Hablar… estar sin prisa.
Hace tiempo que viaja de norte a sur como una gaviota. No quiere enraizarse.   Saborea el gusto de la libertad.
Siempre ha pintado. No la interesa encerrarse en un estilo artístico y cultivar un nombre para ganar dinero. Ha hecho de su vida su propia obra.
Se deja llevar por las emociones, mirando la vida.

 








Sara quiere curar a la gaviota del cementerio judío. 
Necesita un ritual para devolverle la vida.
“Muros blancos, tumbas blancas, el mar empuja con fuerza a los seres que descansan en paz…
Un horizonte inmaculado, un sol naranja.
La música del océano calma a los muertos, seres de naufragio, queridos, deseados.
Minimalismo, gaviotas, eterno…
Hay unas olas inmensas llenas de mar.
Pido a los seres enterrados permiso para pasar unos momentos con ellos.
Hay tanta paz en este espacio blanco.
Llevo todo el día al sol dibujando, espero...
Almas de pájaro saliendo de las tumbas.
Aquí donde estoy, aquí viviré...
Pido permiso a estas almas arcaicas del naufragio para sentarme en sus lápidas.
Exotérico lugar de seres.
El mar nos acompaña, el sonido me duerme, estoy en la Gloria.
Vivimos amarrados a costumbres aburridas.
Estoy en un cementerio lleno de tumbas. Triste sin destino. No sé lo que soy.                             
 ¿Por qué me has abandonado?
Ahora me siento en mi sitio, entre lápidas blancas, esperando lo inesperado.                              
 Un encuentro con el destino” (Diario de Al batro)
Encontró un diario en la habitación del cementerio ¿Quién lo habría escrito?
Había muchos dibujos de pájaros.  Firmados con el seudónimo de Al batro.
Sara había encontrado un “lien”.
Un diario de secretos de amor. Su curiosidad hizo que se abriera la puerta del deseo.            
Sabía que su alma de pájaro le permitía volar sin ataduras, pero ahora tenía un compromiso con la gaviota muerta. 






A Sara le gusta tomar una “baisara” por las mañanas. Siempre va al pequeño café de manteles azules. Aquí ve pasar la vida despacio mientras toma un té con flores de azahar.
Tiene el diario de Al batro en sus manos. Sus páginas dibujan una historia de amor y de abandono.
“Me gusta estar en la nada, aquí estoy en la nada. Nada de amor, nada de nada. Lo que yo creía que era amor, era un engaño, lo que parece amor me ahoga y lo que me alimenta son cuentos de las mil y una noches.”
Sara quiere desvelar el camino para avanzar con la verdad.
¿Qué vínculo existe entre la gaviota muerta y Al batro?
Busca en su peregrinaje un rito liminal. Un deambular logrado.
La música de los cafés la acompaña.
Sara ha vuelto al pueblo que le trae recuerdos de su padre.
Sentada en una alfombra de cordero marrón y blanco que le han regalado es feliz.
Lleva tiempo viajando, sin casa propia, ahora tiene una piel de cordero.
Vive en la casa de una amiga.
Ha colocado la piel encima de un bargueño de madera de pino.
Hace días que está aplazando su cita con el cementerio. 
Rodeada de verde de las pequeñas huertas. Al fondo un trozo de mar.
Tejados de zinc en estas casas de tierras rojas arcillosas.
Como sombrero un cielo lleno de nubes.
Sara  va encontrando el camino. Abre puertas…
Se sienta entre flores amarillas llenas de abejas, se alimenta…
Ha sacado sus cuadros del armario quiere exponer en la medina.
Va dejando semillas en su peregrinaje.
Sara tiene espíritu de pájaro, su espacio está en el cielo.
A veces baja a la tierra para poner huevos. Sola en el mundo como un pescador en la luna.
Con los pies descalzos sobre la hierba.
Palomas torcaces entre eucaliptus y acebuches. La vida es sueño.
Estés donde estés siempre escuchas la llamada a la oración. Conexión con el espíritu.
Un campo lleno de plumas. Despertar del despertar.
Sara está feliz ha sacado sus pinturas del armario. Ahora son públicas. Quiere exponerlas.
Todo coge otro color cuando se abre. El corazón late más fuerte pasas del anonimato a la fama en un tris-tras.
El pueblo se ha llenado de turistas que vienen a vivir otras vidas.
La alegría se siente por las calles de la medina.
Sara se siente llamada por Al Batro al mismo tiempo que por el mar.
Cada vez se oyen más fuertes los cantos de las sirenas. ¿Al Batro dónde estás?
Como los gatos encelados siente la llamada de la luna llena. Quiere bajar a la playa.             Dicen que en las noches de luna llena hay luces de colores  que se reflejan sobre las olas.         La espera de los deseos. Sale para la playa a encontrarse con la luna. Hace unas pequeñas compras para no ir con las manos vacías. Aceitunas, ajos, orégano y caballas. Solo le falta el cilantro. Mezclas exóticas para honrar a la luna.
Hércules está esperándola…
INWI con patatas y zanahorias. Flores en cartones y música. Testigos de la historia, eso somos.
A veces te sientes tan en paz que lloras de emoción. Todo se disuelve, te conviertes en polvo.
Este mar que me habla de ti…llegas con la brisa, no puedo olvidarte. Estás sin estar.
Pájaros volando entre el sol y el mar. Se oyen los cantos de las sirenas.
Los caballos y las vacas pastan en la ladera verde.
Hércules prepara café.
Sara está fría, se ha bañado en el mar, su ropa está húmeda. Necesita calor.
Los amorosos están dormidos. “La vache qui rit”
Espera lo que está para ella. Todo lo que la memoria externa la regala.
“¿Podríamos viajar a la luna ¿Cómo podemos llegar? Está tan lejos.
Encontrar una estrella  saltar…amar hasta el infinito”. (Diario de Al batro)
Sara se sienta entre dientes de león, frente a él…
Una fuerza empírica la arrastra.
La luna llena la ha llenado.
El mar la ha regalado.
Hércules la ha poseído.
Un sonido interminable.
Una raíz de agua que la sujeta.
Un amor que la engaña.
Sara está perdida en un mundo que no es el suyo. Atrapada por la tela de araña
En la playa ha encontrado  muchas piedras pintadas. Dicen que las pintó Al Batro.
Aquí paso muchas horas con la sustancia marina.  Esta playa era su piel…Libre pintaba…        
 Sara estaba fascinada encontrando los “liens”. Su corazón latía tan fuerte como el mar rugía.
Al Batro la poseía, amamantaba su alma, la inspiraba. ¿Quién era? ¿A quién amo tanto?                         
El diario de Al Batro cuenta que su primera cita fue en Larache.                                                   Impregnaron sus calles de amor. Había luna llena.                                                                               
 Su amor contenido en camas separadas. Sus alientos eran hilos enredados viajando por las esquinas de esa  medina tan querida.                                                                                                      
 Al Batro se inflaba de amor. Su cuerpo hervía.                                                                                        Bajaban al desierto para dormir en melfas de colores su amor desmedido. Mi querida Larache.  
Del corazón de Sara salían llamas. Invadida por una emoción tan fuerte que se mareaba.     Corre a refugiarse en un café de hombres. Solo el sonido de las fichas de dominó en las mesas calma su alma. Pide un té a la menta, se deja llevar…
Sumergida en los ríos de la emoción, suspira.
Lleva una blusa verde pistacho que la oprime el pecho, un camafeo con bailarina que cierra el escote de su corazón.                                                                                                                        
 Espera lo inesperado. Espera el amor.                                                                                                            
 Piensa en Al Batro que llenó toda su vida de un amor infinito hasta el encuentro.                        
Ritualmente cada año venían a África para encontrarse.                                                                                  
 Del amor carnal pasaron al amor del alma. Viviendo un post romanticismo.                                  Encadenados al recuerdo atado con hilos de seda blancos.                                                      
 De dorado capullo se convertían en mariposa                                                                                                                                                 
Como gusanos se alimentaban de hojas verdes de árboles centenarios.                                               Viajaban en una caja de cartón todas las primaveras para morir en África.                                                  Con un rito liminal se convertían en gaviotas durmiendo en los riscos de las playas.                                                
Al Batro era una especie mutante. Héroe del cambio. Amante del amor.
Cocodrilos hambrientos les devoraban.
Sahra, Sahra, Sahra déjate llevar por el sabor de las emociones.                                                              




“Paseo por calles empinadas con puertas coloreadas de escaleras al infinito.                        
Viernes santo en cementerios judíos y musulmanes. Altares de Dios arropados por las montañas. Lugares de culto, encuentro con nuestras almas.                                                           
 Mohamed es el  guardián del cementerio judío de Tetuán. Lleva cincuenta y seis años debajo de un plátano de sombra cuidando de las tumbas.                                                                          
Tetuán es una ciudad llena de historias. Suspiros de vida.                                                                  
  Las imágenes de mi amor por ti se quedaron grabadas en un cielo añil.                                                     Un adiós sin despedida en un viejo café de Tánger frente al cine Vox.                                                 17…17  (Diario de Al Batro)
                                                                    
Sara la partera.
Fue a mirar el mar, estaba muy bravo, lleno de nubes, cuando una amiga la llama para ir a buscar a su sobrina que está de parto. Entre lodos y piedras sale en busca de la parturienta. Sus quejas son como cantos de Allá. Solo tiene diez y siete años, es una niña. Llora de dolor en su pijama de terciopelo azul.
Sara frente a un cartel que dice “Maternité”, mira el mar.                                                             
 Torbellino de emociones. No puede escapar a su destino.
El niño no tiene fuerza para salir hay que llevarla a Tánger.
El padre de la criatura también es joven. Mira a su alrededor como si no fuera con él.
Sara piensa en su madre que parió sola en una habitación con muchos armarios y en su abuela que murió de parto. ¿Cómo se puede morir de parto?                                                                                  
 La vida está en todas las esquinas.
Sale el sol. Otro ser en el mundo. Está pariendo en un hospital de Tánger. Un olor a intensidad nos acompaña. El padre cruza los brazos, las abuelas están nerviosas. El destino es caprichoso. Salen las mujeres doloridas después de un día de estancia con bebes entre mantas de colores.
MUDAKIRA. Un parto colectivo, ha sido un niño. Gracias a Dios.









El diario de Al Batro es un camino de puertas abiertas a la felicidad.
“Cada vez sufro menos cuando te vas y soy más feliz cuando te encuentro.”
Sara se recompone con un té a la menta. Han sido muchas las emociones.                                   
 Recolocar los sentimientos es una tarea ardua.
Al Batro la llama, la habitación está vacía.
Se ha regalado el amor. Está en deuda con el destino.
Sola se embarca en el próximo viaje. Bajará al desierto para hablar con las dunas…
Sara marchó a la playa con una incipiente tormenta. Tanta emoción contenida.
Hércules había preparado una habitación de mariposa con paredes forradas de seda blanca.   Una suite nupcial.
Sara huyó…
Ha terminado la tormenta, sola se encuentra. Mañana será otro día. El desierto la espera.
El sol se va y el amor desaparece.
Se interna en universos azules de ilusión. Deja el mar, un día de sol, cosquillas en el estómago, amigos, amor.

Arborescence
Sara se entretiene con un hombre mayor, le cuenta historias de antes. Así no piensa, mañana sale para Marrakech, la llama el desierto con grandes voces de Al Batro.
Seis siglos hace que se oyen las voces en Asilah de una vieja portuguesa que quedó encerrada tras las murallas. Desde entonces este pueblo lleva su nombre.
 Arrastra una pena al desierto la habitación de la gaviota la llama.
Sara va acoplándose a todos los rincones de su destino.
Al Batro está con ella, la guía.
Sentada en un café, espera el desayuno. Irá al hotel de siempre.                                                       
 Los rituales atan su existencia.
Amanece en Zagora, el sol se levanta detrás de pan de azúcar.                                                                                          
Sara se siente extraña la indecisión la acompaña. Toma un café. Se hace anónima.                       
 Escucha la música. Mira pasar la vida.
Imita a los demás. Sentada por dos horas en un café. Observa.
Es el tiempo de las sandías. Se exportan toneladas a Europa. Negocios sumergidos.
Tiene pereza de bajar al desierto. Hace calor. Los ruidos de la radio y de los coches amansan su alma inquieta. No olvida su promesa. 
En estas tierras rojas de mujeres con telas negras, piensa en el cementerio judío, blanco e inmaculado. Escucha las súplicas de su espacio geométrico. La habitación de la gaviota…es un “lien” ancestral.
Sara se esconde en los cafés. Como en un teatro es espectadora. Se quita los zapatos, se libera. Baila con la vida.
El café se llena de hombres mirando al frente con los pies descalzos.
Todos son reyes con ojos pintados y chilabas blancas.
Cuando te sientas en la vida todo fluye. Se evaporan los miedos y renace la confianza.                      
 Dos cafés, uno está lleno y el otro vacío. ¿Por qué?
Hay una paz tan grande que me calma. Me duerme, me acuna, me mima, me ayuda a existir, a vivir, a ser feliz, a bailar con las olas. Me faltan las olas, las echo de menos.
Lee en el diario de Al Batro, “Cuando duermo a tu lado mi cuerpo se hace tuyo, sin pudor te beso, mientras toco tu órgano erecto, me erizo de placer. Me gusta tanto tu olor que me pierdo. Soy tuya desde la prehistoria. Te abrazo desde el infinito. Te beso en los ojos amor, me mimetizo con tu cuerpo y tus sentidos. Soy tu hada, tu mi príncipe. Soy tu esposa, princesa de Saba. Soy tu señora, la que te canta, la que te sueña, la que te lame, la que te añora, la que te lava, la que te ordeña. Soy esa la princesa vacía. Sin tu amor soy esa añoranza externa”
Sara se siente llena de amor como una niña dorada iridiscente, radiante y eterna.
Sin ataduras en las alas, vuela alto muy alto, llega a los desiertos y se olvida de todo. Viaja con una mochila y una bolsa de tela. Como una reina en el asiento de un autobús amarillo.
Se deja llevar por las emociones, siente a Al Batro en su corazón.
¿Cuántas veces habría recorrido este camino de peregrinaje al amor? ¿Quién era quién?         
 ¿A quién amaba Al Batro? ¿Fue un amor de viento o de arena?
Un camino hacia el amor, así veía Sara el desierto. Su alma húmeda la pedía el calor de las dunas. Era un imán de espacios abiertos y hamadas. Cuando empezaba a ver las crestas de las dunas lloraba…una emoción intensa invadía su cuerpo.  Sentía en estas tierras su camino.
Como un “dejá vu” Sahra se internaba en los desiertos.
Ya se ve la torre del guerrero, allí vivía Al Batro esperando…
Sólo el camino merece la pena, es tan telúrico que saltan chispas de emoción.
Está llena de arena,  su piel es una duna. Sara es una nómada.
Al Batro había encontrado un nido de amor. Su amor era tan grande que solo cabía en un desierto…
En cada viaje traía sus ansias y las colocaba debajo de las dunas para que se las llevara el viento.
Sara había encontrado el porqué de este viaje, se sentía amada de tanto amor.
Bañada por los desiertos quería volar al norte, al cementerio judío, para pintar en la habitación de la gaviota.
Descansa en una alfombra acunada por la tormenta. Mañana vuelve. Inchaalla.




miércoles, 14 de mayo de 2014

Habitacion 14


Viaje al desierto


Mañana viajo al desierto para cumplir el último deseo de la abuela.                                                           Llevar sus cenizas a  las dunas…
Hace días que me encuentro bolas de colores, las guardo en mi bolso.
Tengo afonía.                                                                                                                                           
He cocinado un caldo con cebolla, patata y orégano como los de la abuela.                                     
Curan la garganta…
Camino hacia el sexto valle, el del asombro.
“Conocerse así mismo, es existir cien veces” Mantir Uttair.
Esta mañana tenía fiebre, el pulso acelerado.
Voy en autobús. Estamos en la Foret Mamora.                                                                                            Me dejo llevar entre mujeres con melfas y hombres con chilabas.
Me subo al tren del destino. Cumplo el deseo de la abuela, voy al desierto.
La fiebre persiste.
Había olvidado lo divertido que es viajar en autobús. Vas despacio sintiendo los alientos. Las mujeres usan espráis con perfume cuando los olores son muy humanos.
La felicidad llega suavemente. Este viaje me está curando. Trabajo el “asombro”.
Miro por la ventana un horizonte de mar frente al Atlas.
He bajado muchas veces al desierto. Cada viaje abre nuevas puertas.
El asombro es un enorme fuego que lo consume todo. Quemar el pasado para renacer de las cenizas.        
El ave Fénix que nos acompaña, está contento se alimenta.
Abre las alas podemos volar. La abuela me ha dado la llave del caminar.
Los mensajes subliminares aparecen. Son como arcos infinitos abiertos a la luz.
Un planeta lleno de juegos.
Soy tu nieta Aurora, camino para encontrarme.
Una muerte para un nuevo despertar.
Me muevo por el valle de la indigencia.
¿Qué significa la indigencia?

¿Nos asusta la no posesión?


Indigente, alguien sin casa, sin hogar, sin familia.
Vagabundo.
¿Quién era Aurora?
Bajaba al desierto cada año. Como en un rito liminal, desconectaba con un yo para encontrar otro.
 ¿Había otra razón más fuerte para dejarse la piel?
Su corazón se enamoró de un ser difícil, de un ser intocable, un amor prohibido.
Su amante se escurría… a veces se dejaba amar.
Aurora conoció el desierto con él. Viajaban por espacios infinitos.
Dejaron parte de sus almas en oasis milenarios.
Me sentía excitada tenía que encontrar esa dunas donde enterraron su amor.
Hubo un último viaje. Fue muy triste sabían que él estaba enfermo. Se marchó con la tormenta de arena. Aurora le siguió con su esencia.
Con un amor tan grande  solo era necesario que uno de los dos amara.                                                Aurora me ha ensañado que amar es dar sin esperar recibir.                                                                      
El amor es eterno, lo arrastras  allá dónde vas.                                                                                             Hay tantas maneras de amar.
La abuela amaba con mucha pasión. Se dejaba arrastrar por las emociones.                                         
Puro instinto. No hay mental, la carne se hace carne.
En todo amor pasional perdemos el decoro. Empujados por fuerzas animales, lo humano de desmenuza. Devorados por la pasión sucumbimos en los desiertos.
Nuestro ser se cristaliza en pequeñas pirámides de azúcar.
El corazón late rápido e intermitente.
Eres carne y uña del otro. Respiras al unísono.





Estoy en el café Tata, el que no tiene café. Pido un té y un bocadillo de quesito. Tata  esta frente al mercado. Las mesas son de madera.                                                                                                             
Hombres de pueblos remotos vienen a sentarse con sus chilabas blancas y sus gorros de ganchillo,  me transporto a otras vidas. Me imagino que soy un joyero judío que viaja de pueblo en pueblo vendiendo sortijas y pulseras. O un tratante de camellos que vive en un oasis con muchos hijos y varias mujeres.Siempre me veo hombre en África.
Con el té ponen dos vasos, es una cortesía para el invitado. Mi invitado ha sido un mendigo negro vestido de blanco. Sucio por el tiempo con una nariz muy grande. Me ha dado las bendiciones de parte de Allá.         La indigencia llevada con la honra.Tata es el café de la indigencia. Muchos vagabundos llegan pidiendo limosna, orgullosamente vestidos de blanco.
Estoy en el séptimo valle.
Mañana bajo al desierto. Inchaallá.
Me voy con la tormenta de arena y de sentimientos. La vida me arrastra a lugares extraños de existencia. Quiero llegar y encontrar los porqués de mi camino.     Indigencia o muerte.
Estoy sentada en la terraza del hotel frente a una flor de adelfa, aunque sea venenosa huele muy bien. Es de color de rosa.
Tengo varios frentes abiertos en el desierto. Puertas abiertas al más allá.
La tormenta ha terminado. Me siento en mi estancia, el tiempo me calma.
¿Dónde está mi alma? Perdida…
¿Dónde estoy? En Zagora, en una terraza mirando la vida.




He llegado al desierto con una tormenta de arena.
Estoy en medio de tarajes y dunas en un Bivouac. Unos amigos arquitectos me han invitado a pasar unos días con ellos. Mañana iré a Bounou tengo que cumplir el último deseo de la abuela. Sé que quiere que descubra algo que tiene que ver con la muerte.
¿Muerte del cuerpo? ¿Muerte del espíritu?
Creo que la abuela amó  mucho en el desierto. Me siento empapada de su ausencia y su presencia.         
Me cuesta abandonarla en esas dunas.Sus cenizas las llevaré a la playa. Estoy muy triste.
En Talha, una de las kasbas de M’Hamid el viejo. He encontrado una tumba en un gran espacio con palmeras. La puerta de entrada es grande y verde.                                                                            Entrada a la esperanza.                                                                                                                          
Hay una paz que asusta. Una paz que amortigua el alma, una paz de entonces.            
Esta tumba hecha de piedras me dice que todo es efímero, somos tierra.
Llueve, las palmeras bailan de alegría. Las hormigas dan vueltas perdidas.
Viernes de oración. Escucho la voz del Imán.
La tierra está mojada, no hay polvo. Hace un calor mojado. Tengo hambre. Estoy en la habitación de los sabios, disfrutando de un día fresco en el desierto. Es maravilloso.  No quiero irme.
Aurora me ha regalado tanto. En el norte una casa, en el sur un estar.                                                        Me siento como si viviera aquí desde siempre. Tan dentro de mi piel…
Duermo entre tarajes, dunas y palmeras.
En la intimidad de mi vacío soy pájaro sin nido.
Vuelo de riscos a desiertos buscando el alma.
Como  “sen terre” me siento en troncos de palmera…
Estoy en un círculo.
Todo este infinito nos pertenece. Somos dueños de nuestro destino.



Aurora era “Un oiseau du Paradis” en el Sahara encontró un lugar dónde vivir.Tenía una casa de barro en un pequeño oasis de tarajes. Allí  como una paloma incubando su historia. Se dejaba amar por los desiertos.   El calor la cobijaba, los vientos la movían. Su corazón latía de felicidad,  soñaba con la vida escrita por los sabios beduinos.
Su ser se alimentaba de esencias naturales, dunas y arenas llevadas por las tormentas. La música acompañaba los días de calima. Sus pies desnudos volaban entre caminos de tarajes. ¿Qué la trajo aquí? 
¿El destino? ¿El amor? ¿La soledad de un mundo civilizado? ¿La ansiedad de cambio? ¿Su amor por el desierto? ¿Su amor por él?
No sabía quién era él, sólo que existía en la hamada. Encontré una foto de un hombre enjuto, con un turbante grande de color azul índigo. Sus mejillas eran fuertes salientes en su cara de expresión ardua. Se veía un hombre muy vivido con aires de grandeza. Curtido por las tormentas. Hecho de carne y sentimientos. Una barba y un pequeño bigote embellecían su rostro.                                                              Era un hombre del desierto, un nómada…un morador.
Aurora hija del agua vivió su encuentro con el viento. Su alma errante la movía de esquina en esquina soñando sueños.
Aurora aquí te dejo en este oasis de M’Hamid el viejo, entre tarajes y dunas.
Te entierro y me entierro, yo también quiero existir en esta nada.
Ser beduina.