“Dos damas abandonadas, cada una en su ventana”
Había muchos gatos en la casa de enfrente.
Las ventanas verdes daban aposento a todos los felinos del barrio que
entraban con facilidad por sus ventanas. El cuarto de la izquierda servía de
“toilette” y el de la derecha de “estar”. Eran libres no pagaban alquiler.
Allí se
refugiaban, como cualquier animal que necesita un techo
La casa de los gatos respiraba un romanticismo antiguo.
Tres ventanas testigos de la historia.
Reina escapaba de un destino encadenado a una condena.
Se escondía de la existencia sin saber que todo vuelve.
Huye de la responsabilidad, siendo juzgada.
Mala madre y esposa cuando se embarca en otra historia.
Dejando lo atávico.
Si es duro soportar la culpa, peor es la condena.
Sólo le quedaba el consuelo divino. Pedía a Dios por los que
dejó atrás. También por ella.
¿Cómo Reina alimentaba su vida?
Con ilusión, dejando atrás todo resto de pasado.
Principio
de año había que colocar las emociones.
Una “baisara” en el café de siempre, pensó que la ayudaría.
“Saha” “Bismialla”
Pequeños rituales aprehendidos.
Vivía en la casa de los gatos que a causa del abandono la habían
ocupado esos seres peludos y con bigotes.
Se instaló en el piso de arriba. Los gatos entraban y salían por las
ventanas a su antojo.
Reina dejaba su presencia humana para ser más animal.
Estaba decepcionada del mundo de los hombres, sólo el espíritu la
interesaba.
“Asma quería ser madre. Nos dirigimos al barrio de Lala
Rahma, la Santa. En
el extremo que conecta con el mar hay un agujero abierto al mundo. Una
cueva de fecundación.
Allí
las mujeres mojan su cuerpo con agua del mar y piden a Dios un embarazo. Asma tuvo su encuentro. Nosotras nuestro
parto”.
Cuando Reina supo de
esta historia, en su cuerpo surgió la algarabía.
“El prisma del niño”. Quería ser madre.
Pensaba en su hijo que dejó al otro lado.
Como en un despertar llegaron las
noticias, “estaba vivo”.
Recibió una solicitud de amistad.
Su hijo la llamaba, Reina ponía distancia.
Un
perdón, un lo siento, un te quiero, gracias…habían conseguido acercarlos.
Reina viajaba por el mundo animal, arrastrada por su
instinto.
Sólo el hilo de la conciencia... Mientras su instinto la mantenía viva
protegiéndola de los infiernos, miraba la sombra de los albatros en la playa.
¿Aceptaría la solicitud de amistad?
Los cuervos de la torre portuguesa hablaban en la puerta del
mar.
Sidi Taib
Como una cabra entre basuras se despedía.
Besaba a la niña.
Un mar lleno de olas y un sol naranja a sus pies. Se
reflejaba en los acantilados.
Reina cruzaba el estrecho camino del espejo.
Baraka
En el aeropuerto sentía que ya no pertenecía al mundo
civilizado.
Ropas nuevas, consumo de grandes marcas.
Ahora era del mundo
de la chilaba.
Ropas anchas y
cómodas vestían su alma.
Su ritmo ya no era el
mismo que el de los demás…
Reina volaba dejando atrás un continente.
Mirar el “Oued al Kebir” la llenaba de alegría. El rio
grande la seducía, rodeado de rectángulos en colores verdes y ocres.
Una gran obra de la naturaleza…serpiente hasta encontrarse con Sevilla.
Reina llora no puede ver la Giralda…
By, by amor. Adios
rio grande.
Reina se sentía desbordada por la modernidad.
El consumo exigía un precio muy alto, la amargura.
Acostumbrada a los saludos amables que cada día la
despertaban en ese pequeño pueblo del continente Africano. Sentía la
frustración de estos seres encadenados a los objetos.
Reina sabía que no volvería, este sería el último viaje al
otro lado.
Había venido a buscar su furgoneta, con ella pensaba ganarse
la vida. Su única posesión, aún así la quería vender.
Cada vez estaba más cerca de cumplir su sueño…vivir en el
desierto entre paredes de barro.
Su vida como alas de mariposa.
Volvería a encontrarse con los elementos, abandonando las máquinas.
Con diez y ocho años se fue a vivir a Paris. Fascinada por
un mundo moderno lleno de objetos maravillosos. No le importaba comer una “baguet con foigras” todos los días
mientras disfrutaba de los escaparates.
Reina había vivido en ciudades grandes la mitad de su vida.
Ahora la asfixiaba la modernidad y el continuo uso de las
máquinas.
Esto era un coste excesivo para una criatura que quería
vivir como un felino.
Había nacido en Madrid, todavía recuerda como jugaba en las
calles a policías y ladrones.
El pasar de los tranvías dio paso a una ciudad llena de
materialismo.
Se despedía para siempre, nunca dejaría “el tercer mundo”.
Si Dios lo quiere.
Mañana volvería al sur…
Aldea Quintana, allí era su cita con una amiga que la
llevaría a pasear por Córdoba.
Reina viajaba por el mundo de los sueños creando fantasías
que la alimentaban.
“La responsabilidad heredada era peor que la adquirida”.
Leona Ibérica, ¿estoica o espartana?
Hesperia.
En estos valles llenos de olivos sagrados donde se sienten
las mélides o ninfas de frutales viajando como mariposas, desde Iberia hasta el
Atlas.
Écija… jardín de manzanas doradas para la inmortalidad.
Aparca el coche debajo de un naranjo amargo. Guiada por las
torres llega al Salón donde se encuentra a la amazona herida.
Palacios de ensueño refugio de concubinas. Barrios de
gitanos con fuego.
Iglesias barrocas. Antigüedades llenas de misterio.
Dos lados, blanco y negro.
Estancados sin ver los obstáculos, almas oscuras dentro de
peceras turbias.
Entrañables momentos de amor escondidos…
Soy sirena de mares azules buscando tu piel cetrina. Llámame, tu risa será mi aliento.
Desde la atalaya te veo transparente movido por el viento.
Eres polvo seco de camino
incierto. Tórtolos perdidos
en arenas de desierto. Destrozados por dentro. A
veces te siento en tu caminar. Te entierro…
Reina deja sus miedos y vuelve al origen.
Cientos de gaviotas vienen al rio grande.
“Alrededor de tu piel
ato y desato mi vida” Miguel Hernández.
Reina entierra su pasado en los campos de Al bolafia…buena
suerte.
Brandadas de pájaros en forma de corazones.
Son las golondrinas…