Sara se sentía judía de sangre, cristiana de hábito y
musulmana de corazón. Tres
religiones concatenadas la hacían un ser único.
Sara se había movido en mundos materiales, necesitaba
escuchar el nombre de Dios para estar tranquila. Vivía en el norte de África
buscando su identidad.
Tenía una edad dónde le pesaban demasiado las dudas.
Eterno conflicto del ser…la
soledad.
Un sentimiento tan fuerte que puede anularte en un sofá.
Se
sentía abandonada cada vez que recorría los pasillos del alma.
Suspendida en el vacío, sin ritual,
era vulnerable.
¿Dónde
está la mujer sol, hecha de piedra?