lunes, 21 de julio de 2014

La mujer del Al-quimista




Se conocieron en un congreso de espiritistas, con una sola mirada ya sabían que serian inseparables. Como la noche para el día eran el uno para el otro. Compartían sus almas al igual que sus libros. 
Él era cura, vivía en un monasterio dónde clasificaba libros, cultivaba hierbas y hacía pócimas, era alquimista.
Ella era madre soltera, liberal y no creía en la Iglesia. Una soñadora de libertad.  
Durante años vivieron alejados del mundo, compartiendo su felicidad. 
Eran pura alquimia 
Dos en uno buscando la piedra filosofal en perfecto equilibrio con el Cosmos.
Hace cinco años que él se fue…. Desde entonces ella se pierde en África para encontrarle. 
Su casa tiene un minarete blanco donde han hecho un nido de amor eterno… lleno de mar y golondrinas. Su amor es como una estrella que brilla en el firmamento.



La mujer del  alquimista es etérea como una nube. 
Llegó a este pueblo blanco buscando la luz y el susurro del mar.                                                             Su rito liminal es una lluvia de estrellas.
Su minarete está rodeado de cinco mezquitas, allí descansa,  mira el cielo, habla con él  y viajan por el mar azul que les rodea.
Veinte y cinco años al lado de un alquimista te dan una ideología diferente. Eres  su espejo, heredas la sabiduría de los ancestros.  Uno más de los químicos del Planeta. Tienes el poder de fluir entre las tormentas. Nada te hace daño excepto tu propio yo.                                                                    Movidos por las olas del anonimato estudiaban las formulas del amor eterno como elixir de la vida. Sabían que si rompían sus rituales se perderían. El rito les alimenta cada día.



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