Sol
llegó a Tánger entre pajareras gigantes. Sus padres compraron una pensión
en la calle de la Libertad. Tenía un local con puertas a la calle y decidieron
abrir una tienda de antigüedades.
Los tatarabuelos de Sol emigraron a Fes en
la diáspora de Sefarad. Sus padres se conocieron en el cementerio, cada sábado
iban a visitar a sus ancestros. Su padre tenía un comercio de telas en la
mejor calle del Mellah. Importaba telas de la India. Hicieron mucho dinero y
acumularon muchas riquezas.
Cuando Sol nació su madre tenía miedo de que su única
hija corriera la suerte de Sol Hachel, decapitada en Fes en 1820. Por esta
razón le puso un nombre musulmán, cambiaron toda su identidad e emigraron a
Tánger.
Eran los años 30, Tánger hervía. Sus calles
llenas de gente de todos los continentes que venían a cambiar sus vidas.
Buscaban la libertad…la encontraron en África. Religiones diversas, razas,
profesiones, un acumulo de diversidad. Soñando sueños.
La Pensión Gibraltar como se llamaba el
negocio de sus padres estaba enfrente del Hotel más lujoso de la ciudad. Desde la terraza se podía ver la península. El nombre se lo dio su antiguo dueño, un
comerciante judío que dejo al amor de su vida en Gibraltar. Un amor prohibido
separado por el Atlántico. Dicen que miraba cada día la puesta de sol
esperando que llegara su princesa de la montaña de Tarik.
La niña Sol creció con estas fantasías
románticas que la hicieron desear ser la protagonista de las mismas. Y así
pasó…
Un buen día llegó a la pensión un vendedor de
esencias de origen judío. Su madre le pidió antes de morir que viajara a Tánger,
dónde encontraría noticias de su padre.
A Sol le encantaban los pájaros de colores. Tenía varias pajareras gigantes
con especies exóticas traídos de la Amazonia. Eran su tesoro, les cantaba,
limpiaba y alimentaba como hijos propios. En su romanticismo, soñaba con abrir
las jaulas en algún paraíso perdido…
El vendedor de esencias se quedó prendado con
la belleza de esta criatura que acicalaba los pájaros.
Cuando la madre de Sol supo que pretendía a
su hija, se descompuso. La
historia se repetía como una espiral volvía a los orígenes. Su hija no podía casarse con un judío.
Los dos enamorados paseaban por las calles de
esta ciudad cosmopolita, libres, sin cadenas sociales. Iban al cine Rif, era su
preferido, a la salida tomaban caracoles. Para Sol no era un problema la
religión, se sentía unida a este hombre, era el personaje
Y así eran, como el
pueblo elegido que de una u otra
manera encuentra su identidad renaciendo de sus cenizas. Ellos también
habían sido elegidos.
Los padres de Sol intentaron chantajear al
vendedor de esencias. Sabían por los papeles que encontraron en la pensión, que
el antiguo dueño era el padre del chico y que la princesa de la montaña de
Tarik, era su madre.
También le confesaron sus orígenes judíos y
los miedos de perder a su única hija.
El vendedor de esencias era joven y valiente.
Una noche de baile de carnaval en el
Teatro Cervantes con su disfraz de zorro
le hablo a la colombina Sol de sus orígenes. Que
sus padres tenían miedo de perderla y por esta razón abandonaron su religión.
Sólo en Tánger podrían vivir sin una identidad religiosa.
Así estaba Sol como una mariposa
revoloteando.
Cuando supo de su origen judío, una luz entró en su corazón. Inmersa en su idiosincrasia,
una paz la acogía dándole raíz, había encontrado la razón de su existencia. Se
sentía parte de un todo. Se amaba a sí misma y le amaba a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario