jueves, 10 de abril de 2014

VIERNES


TANGER


RITO LIMINAL


PUESTAS DE SOL POSTERIZADAS


PUERTAS


LARACHE MON AMOUR


ESCUELA DE PIEDRAS


EL PROXIMO VIAJE


CADEAU


miércoles, 9 de abril de 2014

La casa de la Aurora


LA CASA DE LA AURORA
Cada día la casa me habla. La cocina es el lugar de encuentros.
Primero pensé en mi madre quizás por el color verde. Ahora es la abuela quien aparece aquí sentada, en esta silla de enea… pelando patatas.
Era muy anciana cuando yo la conocí, pero mantenía la sonrisa, como una niña se alegraba por cualquier cosa, lo que más le gustaba era contar historias. Su preferida era la de los pájaros.
Cuando mis tatarabuelos llegaron a esta casa, las paredes estaban llenas de dibujos. Sobre todo pájaros. Durante años convivieron con ellos se acostumbraron a su presencia. Eran de colores como trozos de paraíso.
La habitación de  mi abuela estaba en el piso de arriba, junto a la cocina. Pasaba  horas encerrada… no quería ser molestada. Era su pequeño agujero de inspiración.
Un día la abuela me hizo partí fice de su secreto…
Durante años fue pintando en su habitación todos los dibujos que había en la casa. Como si de un libro se tratara fue ordenándolos por capítulos. Llenó las paredes con historias inspiradas en el  “Lenguaje de los Pájaros” de Farid Ud-Din-Attar.
El día de mi cumpleaños, un mes antes de que mi abuela pasara a otra vida, me llevó a la cocina, sentadas una enfrente de la otra, en las sillas pequeñas, me dijo que todos los dibujos  eran la puerta para el iniciado
Yo no entendía nada ¿A qué puerta se refería? ¿Qué tipo de  iniciación? ¿Se habría vuelto loca?.  Me dio las llaves sujetas a una pequeña babucha y me pidió que no entrara a su habitación hasta el día después de su muerte.
Mi abuela se llamaba Aurora y su casa mantiene aún su nombre.











Nací en Tánger. Mi padre era director de un Instituto Español. Pasé los primeros años de mi vida en esta ciudad costera, alimentándome de burguesía.
No podíamos ir a los pueblos de la costa Atlántica, los aires fríos estaban prohibidos para nuestra madre que padecía de ataques de pulmonía.
Luego supe que detrás de esta historia absurda, se escondía el secreto de nuestra familia…
Fui educada como cristiana, no soy practicante. Viajando por el  mundo he  conocido otras religiones.
Siempre me atrajo el sufismo. Lo espiritual en oposición al materialismo.
Hace años que intento comprender porque nos dirigimos hacia lugares de consumo, a pesar del  esfuerzo por no aceptar la norma, vivimos rodeados de objetos vendibles que nos atrapan.

El puerto de Tánger.
Recuerdo las tardes de sábado, a mi padre le gustaba invitarnos a los restaurantes atestados de gente comiendo pescados. Grandes anguilas, besugos, centollos, sacados de esos barcos oxidados y ensaladas resecas del día anterior.
Mi padre era muy guapo a veces le gustaba ir solo al puerto, sentarse en una mesa con mantel de papel y con sus finas manos comer  gambas.
A mí también me gusta ir al puerto, entre el olor nauseabundo, los viejos barcos pintados de colores y el gentío, me siento que vuelvo a la infancia, de la mano de mi padre.

Eso es otra historia, ahora estoy en Asilah, un pequeño pueblo blanco que aún estando tan cerca de mi ciudad natal, no conocía.
Hace un mes que me llegó una carta con remite procedente de Marruecos.
En ella me decían que tenía una abuela. Que quería verme lo más rápido posible ya que era muy mayor y temían por su vida.
Hice mi maleta, cogí el barco y aquí estoy, en la casa de la Aurora.







La casa judía
En la entrada  hay seis vasijas grandes con asas. Contienen muchos secretos me dijo la abuela. Me han recibido con un corazón blanco.
El cuarto central es como una madre que te acoge. La luz cenital a través de ventanales en el techo. Cuatro conductos para el agua de lluvia que se almacena en el aljibe.                                                                     El agua que no falte, es el alma de la vida.
Las puestas de sol en la azotea son especiales, el espacio del cielo es tan grande que ves muchas gaviotas y pájaros. Por las mañanas vienen los cuervos a darte los buenos días.
El primer día que llegué la abuela me dijo que tenía que ir al mirador para ver la puesta de sol.
Este era el primer paso del iniciado.
Siempre que estoy en Asilah, una especie de magnetismo me lleva cada día allí.
Voy corriendo para que no se me escape el tiempo.
Un mirador que mira. Un espejo…
Allá dónde se pone el sol está el más allá.
Esa bola de luz que nos da la vida está entre un mar y un cielo azul.
“Cuando despides el día, te habla, con la práctica aprehenderás a leer en las puestas de sol.”
Esto me dijo la abuela cuando llegué a la casa, también me habló del lenguaje de los pájaros.
Conocer a mi abuela ha sido un encuentro con mi raíz. En este pequeño pueblo me siento en casa.  Después de viajar mucho tiempo,  buscando…Me siento arropada por la historia, amada y feliz.
Aurora es una mujer muy interesante, amable y cariñosa. Tiene algo muy valioso que quiere trasmitirme. Estoy un poco escéptica respecto a la iniciación de la que tanto habla, pero la voy a dar un voto de confianza, ya que parece una mujer muy sabia y además es mi abuela. Estamos genéticamente conectadas. Parece un “Augur” de la antigua Roma.







Tánger
Los veinte primeros años de mi vida los pasé en Tánger.
Los mercados formaban parte de nuestros rituales preferidos.
Mi madre se quedaba en casa, el polvo de los caminos de tierra la ponía enferma.
Mi padre y yo nos deleitábamos los domingos. Íbamos a un pueblo a las afueras.
Frutas y verduras, productos de limpieza, ropa usada, mesas y estanterías de madera, un cambalache de objetos, todos de primera necesidad.
A veces me dejaban llevar mis muñecas y cachivaches, ponía una tela en el suelo y vendía mis tesoros. Hablaba “darilla” perfectamente y pasaba por ser una “marroquina”. Estaba en mi salsa. Al final del día comíamos sardinas en uno de tantos chiringuitos. Yo invitaba al té.
Hay cosas que perduran con el tiempo. Hoy he venido al mercado de Har Garbia, sólo la ubicación ha cambiado. Recuerdo igual los puestos de frutas y verduras encima de un plástico en el suelo. Cilantros, fresas, zanahorias, guisantes. Cal,  no puedo olvidar comprar Hir,  hay que  encalar las paredes. También la cal forma parte del ritual del iniciado, cal viva para limpiar las casas de la medina y sal para absorber la humedad.
Mi abuela traía la sal del Atlas. Trozos de piedra rosa que repartía por toda la casa.
La sal era su mejor excusa para bajar al Sahara. Como un imán se sentía atraída por los espacios infinitos  del desierto.
Su último deseo es que lleve sus cenizas a Ben Yenetti.
Desde que llegué a casa de la abuela escucho los mensajes. El primer día me despertaron luces de arco iris que vienen de las bolas de cristal tallado que Aurora tiene colgadas en las ventanas. Son el cenit de la casa, las habitaciones rodean este altar de luz.  
El sol en su andar diario asoma por cada rincón como una bendición.
Yo me he instalado en la habitación de la entrada, aislada del centro, sola…Tiene una ventana con cristales de colores que da a la calle, un armario y un baúl, vacios. Todas las habitaciones en casa de Aurora tienen armarios de madera y “tarbas” con colchones. Los suelos son de baldosas hidráulicas en blanco y en negro como un tablero de ajedrez.
La puerta de mi habitación estaba abierta esta mañana, dos vasijas de barro me regalaron un despertar mágico, sobre ellas dos cuadros en la pared colgados. Una puerta en tonos azules que abre para dentro, el interior. Otro con  cinco espirales naranjas.
Lo primero que me ha venido a la cabeza es si sería un mensaje para el iniciado.  
Farid Ud-Din-Attar  era perfumista de profesión, dejó todo para ingresar en una orden de derviches vagabundos. Murió  asesinado por los mongoles de Gengis Khan.                                                              Estaba fascinada y atrapada por Farid y Aurora.







He salido temprano al mercado para comprar tres huevos, menta, pan y flores de azahar.
La abuela ha preparado el desayuno. En la tetera ha introducido menta, té verde, chiva y flores de azahar, por supuesto azúcar. Como una medicina voy tomando tazas en la terraza con el azul cielo y el sol, mientras leo “El lenguaje de los pájaros” que la abuela me regaló por mi cumpleaños.
Qué casualidad que Farid Ud-Din-Attar es el mismo autor del “Libro de los secretos” que lleva conmigo más de veinte años.
La abuela dice que estoy en el tercer valle, el conocimiento “Marifat”.
El primer valle, la búsqueda me acompaña desde hace algunos años. Llevo viajando,  sin casa, buscando, no sé el que…”Otalab”
El segundo valle es  el amor, creo que también he pasado por él.  Llevo dos años hundida en el fuego para ser fuego.
Vamos a hacerle caso a la abuela, viajemos por el valle  del conocimiento.
Creo que Aurora es una perfumista de la vida. Elabora esencias.
Me ayuda a encontrar el camino. Es un ave Coronado. La Abubilla del libro de Farid.
Me encanta sentarme en la cocina, el sol entra por la ventana y te da en la cabeza.                                Aprehendo a cocinar platos sencillos, poco elaborados, para que no pierdan la vida…
La abuela cocina muy bien a todo le da su toque especial.
Creo que es musulmana, la veo rezar varias veces al día. Todavía no hemos hablado de la familia, dice que no estamos preparadas.
Hemos puesto la cal en agua para “matarla”, luego se le añade polvo azul, se deja reposar.
¿Qué es el conocimiento?
¿Qué hay que conocer? ¿Se encuentra dentro o fuera de nosotros?
Me pregunto si volviera a nacer, ¿qué cambiaría? ¿Estaría en el mismo lugar?
Nuestro destino nos empuja con una fuerza imparable.
Ha llegado la abuela, me ha regalado una estrella de ocho puntas azul y otra blanca.




Días de campo
-Levántate niña que nos vamos al campo.
 Cogimos un taxi dirección Larache.
Llegamos a un pueblo precioso dónde fuimos acogidas como reinas. Un mar enorme con  muchas dunas. Tomamos un té, aceitunas, mortadela y huevos.
Unas casitas de barro con puertas azules, un pavo real y seis pavas mágicas nos acogieron. ¿Quién eran estas personas y que tenían que ver con mi abuela?
Vimos la puesta de sol en un chiringuito con té a la menta y chocolate Maruja.
Enfrente había un cementerio dónde la abuela dejo un ramo de mimosas.
Esa noche me contó que su marido estaba enterrado en esa tumba dónde había dejado las  flores. No era mi abuelo. Aurora se volvió a casar. Abrazó la religión musulmana.                                                                Su primer marido, mi abuelo la repudió y se quedó con el único hijo en común, mi padre. Fue una vergüenza para toda la familia. Esta era la verdadera razón por lo que teníamos prohibido viajar a los pueblos del Atlántico.
Lo único que la dejó mi abuelo fue esta casa. Decía que estaba embrujada que los dibujos de pájaros daban mala suerte…Mi abuela siempre supo que estos dibujos pertenecían al libro de Farid, que formaban parte de las enseñanzas para el iniciado.
Gracias abuela por regalarme el libro.
Cada día que vivo con la abuela es como si fueran diez años.
He viajado mucho por el mundo, he sido madre... Es ahora que estoy viendo la luz.
Aurora es mi guía.
Mañana creo que salimos otra vez de excursión. La abuela está muy contenta.
Ayer hace una semana que llegué. He aprehendido muchas cosas, lo más importante es que estoy en paz. He dejado de buscar, ahora encuentro.
Me ha despertado un olor a fresa que me ha abierto el apetito.
Aurora prepara boquerones en vinagre al mismo tiempo que  mermelada de fresas.
-Parte el ajo y el cilantro querida,  se lo pondremos a los boquerones, les encantan…
-Hace mucho viento.
¿A dónde iremos abuela?
-Adónde nos lleve el viento…sonríe como una niña.
Me dejo llevar con Aurora no tengo miedo.
Leo en los posos del té, me ha salido un círculo.
La abuela descansa frente al mar.
Hemos comido los boquerones con pan y aceitunas.
Sidi Mugait. Mezquita andalusí.
“El camino más corto para llegar…es del corazón”
Voy a mojar mis pies.
En la terraza una piedra azul.
El mar nos llena de mar. Este pueblo tiene un santo que mira al mar…
Aurora me sorprende, vive la vida en presente.
Estoy en el mirador, el horizonte con un mar verde turquesa. Miro el avanzar de las olas.
Conocer lo no conocido. Estar sin estar. Presencia sin presencia.
El círculo que me abraza. ¿Qué es la existencia?
Pagaré mis deudas con agua de rosas y sales del Atlas.
¿Quién me ama?
Quiero llegar al valle de la independencia, “Istigna”
La abuela no ha salido de su habitación. Me siento sola.
Se supone que debo trabajar la independencia, pero sucumbo a los estados de tristeza.
Qué complicado es vivir.
Cuidarse es uno de los pilares del amor así mismo.
Regalarse otro. Chocolate, pastelito y vaso de leche, una merienda.
Escuchar música que te trae recuerdos felices.
Independencia, una palabra muy larga, difícil de alcanzar, lejana…
Me gusta depender de alguien, amar a alguien, ser feliz.






VIERNES
Me he cortado la punta del dedo, limpiando acelgas. Sangre para el iniciado.
Ayer fue un día extraño, una inmensa tristeza me invadía el cuerpo hasta enfermar.
Me acosté muy pronto. Ha llovido toda la noche.
La puerta de la habitación de la abuela está abierta…me temo que se ha ido.
Voy a ver el mundo. Llueve.
Tomo un café con churros.
Cuando llegué a casa la abuela ya no estaba. Las mismas personas que nos acogieron el otro día en el campo estaban allí. ¿Cómo sabían que la abuela había muerto? Todo un misterio.
Mañana me traeran sus cenizas.
En su habitación había un diario y un sobre.
La independencia. Ahora estaba sola,  la abuela se había marchado.
Abrí el sobre...
“Querida mía no estés triste, siénteme contigo, vive la Unidad, estás en el quinto valle.            Te pido que lleves mis cenizas al Sahara. Existen unas pequeñas dunas llamadas Ben Yenetti.  Me gustaría descansar allí para que el viento me lleve y formar parte de ese infinito…
Te regalo la casa, no es una propiedad es un usufructo.
Las personas que nos  recibieron en la playa son los legítimos dueños. Mis padres se la compraron a sus antepasados judíos que se refugiaron en el campo para no ser ejecutados.
Abandonaron sus propiedades con todo el dolor de su corazón. Ellos fueron quienes pintaron las paredes con los dibujos de de Farid al din Attar. Querían decir al mundo que se habían convertido al Islán. Pájaros de colores venidos del Paraíso. Mi abuela adivinó que su padre pintaría las paredes de blanco para eliminar toda huella de orientalismo. Como buen cristiano destruiría todo elemento ajeno a su religión”
Como círculos concéntricos… a través de la historia.
La abuela copió los dibujos en las paredes de su habitación. Creó su propio Paraíso.
Hoy viernes día de oración me despido de la Aurora corpórea, para unirme a su espíritu.
Estoy en el “Tahuid”. La Unión.
No ha parado de llover. Un luto de agua.
La casa llora…el aljibe canta.