martes, 28 de octubre de 2014

Antidote




Antidote à la suffisance
¿Qué es la suficiencia?
Sentirse suficiente, único, diferente, especial.
¿Qué es ser suficiente?
Soy suficiente. ¿Quién soy?
Puedo ser yo, tener autonomía, valerme por mi mismo.
Crear, ser autónomo, escribir, publicar.
Ser yo y mi circunstancia.
Echar el ancla. Definirme en mi autonomía.
Yo también quiero un proyecto para sentirme vivo.
¿Porqué un antídoto a la autosuficiencia?
Vale, porque hay que depender de alguien…
Vivimos en sociedad, etc, etc, etc. 


Kirikia
Hoy la puerta estaba abierta.
Mi corazón también como un mar calmo.
Puesta de sol rosada y malva.
Allí en la torre portuguesa me mirabas, tú el vendedor de especias… el mago de la camisa azul.
Me compraste el alma.
 

La mujer de rosa con el plato de porcelana.
Era una heroína cuando sacaba su pipa de kif en los cafés de pescadores.
Siempre llevaba un sombrero de papel con cinta negra.
Ahora vive en África, siendo princesa.





Seis meses de mi vida en una bolsa de plástico.
Masako daba la vuelta al mundo después de que su marido pasara a otra vida.
Tomaba clases de francés en homenaje al difunto.
Seis meses con la misma camiseta… desde Nepal.
Hoy ha comprado una nueva y metido la vieja en una bolsa de plástico.
Masako gira como una mariposa australiana.


                                                                          

                                                                            Naïma
Cuando dejas un país por motivos políticos te queda una espina hasta el final de los días.
Eso le ocurrió al padre de Naïma con Argelia.
Llevó su piel a un barrio parisino.
Se casó con una mujer de otra religión.
Ambos tenían hijos de matrimonios anteriores.
Naïma creció con una gran familia franco-argelina.
En presentaciones sociales nunca dejó de ser la hija de Argelia.
Sus ojos vivos mantenían  la chispa de Oriente…
Iba con su padre todos los años de vacaciones a Marruecos. Allí fue bendecida por morabitos. Ambos se reconciliaban con sus ancestros musulmanes.
En el último viaje… compró una casa grande en un barrio alto de una medina enjalbegada. Plantó una raíz para su hija. Aquella que arrancó de Argelia.
Naïma se educó en Francia. En apariencia era una perfecta parisina, pero sus ojos y su alma eran árabes.
La casa como un regalo divino abrió las puertas a la estancia.
En Africa pasó sus días cuidando de los que vivían en su memoria… dentro de un altar, con una pareja de gatos.
 Naïma es una espina del planeta Tierra.

 

martes, 21 de octubre de 2014

El talisman



Iristia buscaba el talismán…
No era cuestión de un objeto, sino más bien una ideología.                                                                  Tantos viajes la habían dejado sin patria. Se preguntaba de dónde era.                                                      El talismán sería la respuesta.                                                                                                                    Vivía su anonimato con paciencia. Estaba cansada pero no podía parar.
El talismán estaba guardado en una caja de cartón de un nómada que vendía antigüedades. Apenas seis centímetros de plata con dibujos circulares. La parte de atrás era dorada, con una cadena de pequeñas piedras redondas de azabache. Iristia lo encontró en el suelo junto a varios objetos. Supo de inmediato que era su talismán. Cuando fue a buscarlo, el vendedor había guardado todas sus pertenencias. Le propuso viajar al sur, allí le daría el talismán.
Estaba cerca de abrir la puerta de su destino, arrastrada por el talismán empezaba el viaje… Habían empezado las lluvias… bajaría al sur para calentarse la piel.                                                               Atrapada en un paraíso. Una incertidumbre la recorría el cuerpo. Herida en lo más profundo. Unos amigos habían anulado un viaje al desierto. El hotel donde tenían una reserva les había llamado por teléfono para aconsejarles que  no viajaran. Iristia no iba a dejarse impresionar, bajaría al desierto a pesar de todo.                                                                                                                                                                       
“No dejes que los grandes momentos se desvanezcan”
Mientras se dejaba acariciar por el mar. Sentada en la playa pensaba en el desierto.                                   El mar rugía…hablaba. “Tranquila llegarás para oír el silencio de las dunas…”
El equipo perfecto Iristia en la playa con dos perros blancos que comían los huesos de cordero.                   La miraban con desafío. Quedaban restos de carne que atraían a estos dos seres.                                        Guardianes del océano.                                                                                                                             El sol se ocultaba detrás de la sombrilla amarilla. Iristia se sentía feliz.                                                       Se olvidaba del talismán.
Domaine Rimal se dedicaba a recoger los trastos que decoraban el paisaje  con su sombrero de ganchillo.
Un nuevo día caluroso y calmo.                                                                                                                   Iristia se preguntaba  ¿por qué ir al desierto? ¿Qué buscaba? Inspiración…
Tomaba basara en mesas de manteles azules de plástico.                                                                                Se dejaba llevar…sujeta por el tiempo. Su anonimato le alimentaba. Sola en el espacio… arropado de marea humana. Se hacía invisible en los rincones unida a los elementos.                               Solo un deseo el desierto. El talismán abría la puerta al infinito…eterna.
Escuchaba las olas, las olvidadas,  con ritmo bipolar, acompañaban su soledad.                                   Sujeta a la orilla, como  un al batro. El desierto la llamaba…

Todo era tan calmo. Paralizada tomaba café con leche mirando el mundo.                                              Llena de fantasía. La realidad se desvanecía. Su vida un sueño.
Iristia se reinventaba  usando los mismos rituales. Se alimentaba de lo cotidiano, sin apenas deseos materiales. Sin ideales, un simple acompasar  del tiempo.
Vivía en una burbuja. Esperaba a veces el amor…otras la amistad.                                                            Se deshacía.                                                                                                                                        Todo era mentira…las emociones la estrangulaban. Estaba sola con la gran familia.
Es tan difícil partir. Apegados a rituales en sillas de plástico acomodados…                                            Huir para encontrarse. Escapar de lo conocido.
Recibió una llamada y una invitación de boda del vendedor nómada que tenía el talismán.                          La temperatura era perfecta, no había ningún conflicto fuera de los habituales.                                            Una boda y un talismán eran el motivo perfecto para el viaje.
Atada a las circunstancias, se preguntaba si existía la magia.                                                                         En sillas verdes de plástico pasaba las horas tomando café. Como arena movediza se perdía.
Se despedía de los sitios y de los amigos. Entraba el levante. Un viento cálido envolvía la medina llevándose el deseo del viaje…
Había encontrado el verdadero significado del talismán…la armonía interior.
Llamaría al vendedor para pedirle que traiga el talismán la próxima primavera.
Mientras espera…un próximo viaje.