Iristia buscaba el
talismán…
No era cuestión de un objeto, sino más bien
una ideología. Tantos viajes la habían dejado
sin patria. Se preguntaba de dónde era. El talismán sería la respuesta. Vivía su anonimato con paciencia. Estaba cansada pero no podía parar.
El talismán estaba guardado en una caja de
cartón de un nómada que vendía antigüedades. Apenas seis centímetros de plata
con dibujos circulares. La parte de atrás era dorada, con una cadena de
pequeñas piedras redondas de azabache. Iristia lo encontró en el suelo
junto a varios objetos. Supo de inmediato que era su talismán. Cuando fue a
buscarlo, el vendedor había guardado todas sus pertenencias. Le propuso viajar
al sur, allí le daría el talismán.
Estaba cerca de abrir la puerta de su destino,
arrastrada por el talismán empezaba el viaje… Habían empezado las lluvias…
bajaría al sur para calentarse la piel. Atrapada en un paraíso. Una incertidumbre la recorría el cuerpo. Herida
en lo más profundo. Unos amigos habían anulado un viaje al desierto. El hotel
donde tenían una reserva les había llamado por teléfono para aconsejarles
que no viajaran. Iristia no iba a
dejarse impresionar, bajaría al desierto a pesar de todo.
“No dejes que los grandes momentos se desvanezcan”
“No dejes que los grandes momentos se desvanezcan”
Mientras se dejaba acariciar por el mar.
Sentada en la playa pensaba en el desierto. El
mar rugía…hablaba. “Tranquila llegarás para oír el silencio de las dunas…”
El equipo perfecto Iristia en la playa
con dos perros blancos que comían los huesos de cordero. La miraban con desafío. Quedaban restos de
carne que atraían a estos dos seres. Guardianes del océano. El sol se ocultaba detrás de la
sombrilla amarilla. Iristia se sentía feliz. Se
olvidaba del talismán.
Domaine Rimal se dedicaba a recoger los trastos
que decoraban el paisaje con su sombrero
de ganchillo.
Un nuevo día caluroso y calmo.
Iristia se preguntaba ¿por qué ir al desierto? ¿Qué buscaba?
Inspiración…
Tomaba basara en mesas de manteles azules de
plástico. Se
dejaba llevar…sujeta por el tiempo. Su anonimato le alimentaba. Sola en el
espacio… arropado de marea humana. Se hacía invisible en los rincones unida a
los elementos. Solo un deseo el
desierto. El talismán abría la puerta al infinito…eterna.
Escuchaba las olas, las olvidadas, con ritmo bipolar, acompañaban su
soledad. Sujeta a la
orilla, como un al batro. El desierto la
llamaba…
Todo era tan calmo. Paralizada tomaba café con
leche mirando el mundo. Llena de fantasía. La realidad
se desvanecía. Su vida un sueño.
Iristia se
reinventaba usando los mismos rituales.
Se alimentaba de lo cotidiano, sin apenas deseos materiales. Sin ideales, un
simple acompasar del tiempo.
Vivía en una burbuja. Esperaba a veces el
amor…otras la amistad. Se deshacía. Todo era mentira…las emociones la estrangulaban. Estaba sola con la gran
familia.
Es tan difícil partir. Apegados a rituales en
sillas de plástico acomodados… Huir para encontrarse. Escapar de lo conocido.
Recibió una llamada y una invitación de boda
del vendedor nómada que tenía el talismán. La temperatura era perfecta, no
había ningún conflicto fuera de los habituales. Una boda y un talismán eran el motivo perfecto
para el viaje.
Atada a las circunstancias, se preguntaba si
existía la magia. En sillas verdes de plástico pasaba las horas tomando café. Como arena
movediza se perdía.
Se despedía de los sitios y de los amigos.
Entraba el levante. Un viento cálido envolvía la medina llevándose el deseo del
viaje…
Había encontrado el verdadero significado del
talismán…la armonía interior.
Llamaría al vendedor para pedirle que traiga
el talismán la próxima primavera.
Mientras espera…un próximo viaje.
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