martes, 10 de febrero de 2015

Villa México



 “La primera vez que visité villa México fue con una amiga. Habían robado la noche anterior.         Por supuesto esto fue motivo suficiente para no alquilarla.
La segunda vez era yo quien había decidido pasar allí una temporada.                                               Cuando fui a limpiar el jardín, me abordó un imbécil que se tocaba los huevos, al mismo tiempo que me hablaba. Salí corriendo…
Por tercera vez estoy en la casa. Una mujer ha alquilado por tres meses y me he instalado en la habitación de arriba, la que tiene el cabecero de madera pintada con dibujos árabes.
Villa México está embrujada. Su aroma a rancio me recuerda a la España profunda”.
                                                               





Agustina vivía con los recuerdos de su infancia. Se debatía entre pasado y presente.
Compartía los espacios con Socorro. A veces era difícil escuchar su música…oler su comida.
A veces se convertía en su madre…
Agustina la miraba…pensaba que era una reencarnación.
Villa México tenía dos pisos, un jardín y una terraza con vistas al mar.                                                          Se llamaba así por la proximidad a un barrio de chabolas que llaman México.
Vivía una constelación familiar. Socorro que nunca tuvo hijos propios se casó dos veces y educó a los hijos de otros, todos varones.                                                                                                                       Agustina se convirtió por azar en su hija Universal.                                                                           Diferentes sangres unidas por una casa frente al mar.                                                                               ¿Qué relación existe entre madre e hija? ¿Cuáles son los vínculos?
Una semana en la casa, Socorro estaba nerviosa, no podía dormir su garganta estaba atascada. Un día se levantó y decidió que la dejaba.                                                                                                               Demasiada humedad. Se olvidaba que vivía junto al mar. Era invierno, a pesar que vivía en África, hacía frio.
“Hoy serás mi agente inmobiliaria”
Después de tomar un baño se dirigieron a la ciudad en busca de otra casa más acogedora.                       Por tercera vez villa México saldría de la vida de Agustina.
Los ritmos se aceleraban, todo se escondía.
 Era viernes día de oración. Los musulmanes oraban y comían Al couz-couz.
Tenían la costumbre de ir a un restaurante que preparaban un plato del día muy rico.                                     Pasaron la tarde del viernes  tomando café y hablando con los amigos.
Al día siguiente Socorro tomó la decisión de dejar Villa México.




Romperían el vínculo de familia que se había creado entre ellas.
Agustina recuperaba su libertad. Dejaba lo atávico para encontrarse con su destino.
Era sábado, día de música en el café.
Socorro había concertado una cita con el dueño de su futura casa de terraza con vistas.
Agustina se sentó en un café a escribir. Su ritual vuelve a ser su disfrute.
Socorro llego  enfadada, el precio de la casa había subido como la espuma.
Despacio… volvieron a villa México.
Hace sol hay mercado en el pueblo de Zilis.
Como si el destino la castigara Socorro se volvía cada vez más rancia. Era una niña mimada llamando la atención con pataletas.
En una maternidad enfermiza… se había convertido su relación.
Agustina no estaba dispuesta a sufrir los estragos de una loca patética. By, by…
Hizo sus maletas…buscaría otro nido.
Villa México se disolvía en el horizonte de la desgracia.
Una piedra rodada…







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