La
ventana de la habitación estaba sin cristal. Una gaviota loca en su vuelo
iniciático, encontró allí su muerte.
Al
final del barrio de Lala Rahma se encuentra el cementerio judío.
Joya del Atlántico, como diamantes relucen sus
tumbas.
Familias perseguidas por la
injusticia descansan en paz.
Hubo
un naufragio dónde perdieron la vida todos los ocupantes de ese barco
maldito.
Sara
guiada por su instinto llegó a la caída del sol.
Entre las tumbas de sus antepasados quería materializar sus sueños.
Una espiral
de creatividad atravesaba su cuerpo.
La esencia de la brisa marina, la perspectiva
de los espacios blancos, abrían la puerta a la inspiración.
Karin
“el generoso” era el guardián de este cementerio. Alimenta las tumbas y da de
comer a los hambrientos.
Sara
tenía una habitación vacía con una ventana sin cristal con vistas a un
laberinto.
Karin
le había contado la historia de la gaviota. Se sentía hermanada con ese ser
alado.
Quería
hacerle un homenaje, ponerse en su piel, llevar sus alas. Darle vida…
Sara
se encuentra con sus orígenes cada vez que visita un pueblo.
Oliendo
excrementos de vaca, viaja a su niñez.
Ha
venido con la abuela judía a la aldea dónde nació. Beben leche agria y té.
Todo
se mueve, la energía del amor se
manifiesta en cada instante, lágrimas, risas, té.
Sentadas
en tarbeas. Escuchan la llamada a la oración.
Los
colores ocre y azul de las casas iluminan la estancia mientras que el olor a
especias les acaricia. Sentadas en
viejas alfombras esperan su destino.
Sara
comparte sus emociones, sintiéndose parte de un todo.
Unida
a la creación se siente en paz. Un fluir de mestizaje humano.
La
abuela judía cura con saliva. Como en un ritual chamánico masajea un pequeño
bulto en el cuello de la niña.
En
los actos curativos la fe mueve montañas…la mente es tan poderosa.
Sara
es un “sans terre.” Busca un rito que la libere.
Necesita
un día en familia. Mujeres y niños corriendo. Hablar… estar sin prisa.
Hace
tiempo que viaja de norte a sur como una gaviota. No quiere enraizarse. Saborea el gusto de la libertad.
Siempre
ha pintado. No la interesa encerrarse en un estilo artístico y cultivar un
nombre para ganar dinero. Ha hecho de su vida su propia obra.
Se
deja llevar por las emociones, mirando la vida.
Sara
quiere curar a la gaviota del cementerio judío.
Necesita
un ritual para devolverle la vida.
“Muros blancos, tumbas blancas, el mar
empuja con fuerza a los seres que descansan en paz…
Un horizonte inmaculado, un sol naranja.
La música del océano calma a los muertos,
seres de naufragio, queridos, deseados.
Minimalismo, gaviotas, eterno…
Hay unas olas inmensas llenas de mar.
Pido a los seres enterrados permiso para
pasar unos momentos con ellos.
Hay tanta paz en este espacio blanco.
Llevo todo el día al sol dibujando, espero...
Almas de pájaro saliendo de las tumbas.
Aquí donde estoy, aquí viviré...
Pido permiso a estas almas arcaicas del
naufragio para sentarme en sus lápidas.
Exotérico lugar de seres.
El mar nos acompaña, el sonido me duerme,
estoy en la Gloria.
Vivimos amarrados a costumbres aburridas.
Estoy en un cementerio lleno de tumbas.
Triste sin destino. No sé lo que soy.
¿Por qué me has
abandonado?
Ahora me siento en mi sitio, entre lápidas
blancas, esperando lo inesperado.
Un encuentro con
el destino” (Diario de Al batro)
Encontró un diario en la habitación del
cementerio ¿Quién lo habría escrito?
Había muchos dibujos de pájaros. Firmados con el seudónimo de Al batro.
Sara había encontrado un “lien”.
Un diario de secretos de amor. Su curiosidad
hizo que se abriera la puerta del deseo.
Sabía que su alma de pájaro le permitía volar
sin ataduras, pero ahora tenía un compromiso con la gaviota muerta.
A Sara le gusta tomar una “baisara” por las
mañanas. Siempre va al pequeño café de manteles azules. Aquí ve pasar la vida despacio
mientras toma un té con flores de azahar.
Tiene el diario de Al batro en sus manos. Sus
páginas dibujan una historia de amor y de abandono.
“Me gusta estar en la nada, aquí estoy en
la nada. Nada de amor, nada de nada. Lo que yo creía que era amor, era un
engaño, lo que parece amor me ahoga y lo que me alimenta son cuentos de las mil
y una noches.”
Sara quiere desvelar el camino para avanzar
con la verdad.
¿Qué vínculo existe entre la gaviota muerta y
Al batro?
Busca en su peregrinaje un rito liminal. Un
deambular logrado.
La música de los cafés la acompaña.
Sara ha vuelto al pueblo que le trae recuerdos
de su padre.
Sentada en una alfombra de cordero marrón y blanco
que le han regalado es feliz.
Lleva tiempo viajando, sin casa propia, ahora
tiene una piel de cordero.
Vive en la casa de una amiga.
Ha colocado la piel encima de un bargueño de
madera de pino.
Hace días que está aplazando su cita con el
cementerio.
Rodeada de verde de las pequeñas huertas. Al
fondo un trozo de mar.
Tejados de zinc en estas casas de tierras
rojas arcillosas.
Como sombrero un cielo lleno de nubes.
Sara va
encontrando el camino. Abre puertas…
Se sienta entre flores amarillas llenas de
abejas, se alimenta…
Ha sacado sus cuadros del armario quiere
exponer en la medina.
Va dejando semillas en su peregrinaje.
Sara tiene espíritu de pájaro, su espacio está
en el cielo.
A veces baja a la tierra para poner huevos.
Sola en el mundo como un pescador en la luna.
Con los pies descalzos sobre la hierba.
Palomas torcaces entre eucaliptus y acebuches.
La vida es sueño.
Estés donde estés siempre escuchas la llamada
a la oración. Conexión con el espíritu.
Un campo lleno de plumas. Despertar del
despertar.
Sara está feliz ha sacado sus pinturas del
armario. Ahora son públicas. Quiere exponerlas.
Todo coge otro color cuando se abre. El
corazón late más fuerte pasas del anonimato a la fama en un tris-tras.
El pueblo se ha llenado de turistas que vienen
a vivir otras vidas.
La alegría se siente por las calles de la
medina.
Sara se siente llamada por Al Batro al mismo
tiempo que por el mar.
Cada vez se oyen más fuertes los cantos de las
sirenas. ¿Al Batro dónde estás?
Como los gatos encelados siente la llamada de
la luna llena. Quiere bajar a la playa. Dicen que en las noches de luna
llena hay luces de colores que se
reflejan sobre las olas. La
espera de los deseos. Sale para la playa a encontrarse con la luna. Hace unas
pequeñas compras para no ir con las manos vacías. Aceitunas, ajos, orégano y
caballas. Solo le falta el cilantro. Mezclas exóticas para honrar a la luna.
Hércules está esperándola…
INWI con patatas y zanahorias. Flores en
cartones y música. Testigos de la historia, eso somos.
A veces te sientes tan en paz que lloras de
emoción. Todo se disuelve, te conviertes en polvo.
Este mar que me habla de ti…llegas con la
brisa, no puedo olvidarte. Estás sin estar.
Pájaros volando entre el sol y el mar. Se oyen
los cantos de las sirenas.
Los caballos y las vacas pastan en la ladera
verde.
Hércules prepara café.
Sara está fría, se ha bañado en el mar, su
ropa está húmeda. Necesita calor.
Los amorosos están dormidos. “La vache qui rit”
Espera lo que está para ella. Todo lo que la
memoria externa la regala.
“¿Podríamos viajar a la luna ¿Cómo podemos
llegar? Está tan lejos.
Encontrar una estrella saltar…amar hasta el infinito”. (Diario de Al
batro)
Sara se sienta entre dientes de león, frente a
él…
Una fuerza empírica la arrastra.
La luna llena la ha llenado.
El mar la ha regalado.
Hércules la ha poseído.
Un sonido interminable.
Una raíz de agua que la sujeta.
Un amor que la engaña.
Sara está perdida en un mundo que no es el
suyo. Atrapada por la tela de araña
En la playa ha encontrado muchas piedras pintadas. Dicen que las pintó
Al Batro.
Aquí paso muchas horas con la sustancia
marina. Esta playa era su piel…Libre
pintaba…
Sara estaba fascinada
encontrando los “liens”. Su corazón latía tan fuerte como el mar rugía.
Al Batro la poseía, amamantaba su alma, la
inspiraba. ¿Quién era? ¿A quién amo tanto?
El diario de Al Batro
cuenta que su primera cita fue en Larache.
Impregnaron sus calles de amor. Había luna llena.
Su amor contenido en
camas separadas. Sus alientos eran hilos enredados viajando por las esquinas de
esa medina tan querida.
Al Batro se inflaba de amor. Su cuerpo hervía.
Bajaban al desierto para dormir en melfas de colores su amor
desmedido. Mi querida Larache.
Del corazón de Sara salían llamas. Invadida
por una emoción tan fuerte que se mareaba.
Corre a refugiarse en un café de hombres. Solo el sonido de las fichas
de dominó en las mesas calma su alma. Pide un té a la menta, se deja llevar…
Sumergida en los ríos de la emoción, suspira.
Lleva una blusa verde pistacho que la oprime
el pecho, un camafeo con bailarina que cierra el escote de su corazón.
Espera lo inesperado. Espera el amor.
Piensa
en Al Batro que llenó toda su vida de un amor infinito hasta el encuentro.
Ritualmente cada año
venían a África para encontrarse.
Del amor carnal pasaron al amor del alma. Viviendo un post romanticismo. Encadenados
al recuerdo atado con hilos de seda blancos.
De
dorado capullo se convertían en mariposa
Como gusanos se alimentaban de hojas verdes de árboles centenarios. Viajaban
en una caja de cartón todas las primaveras para morir en África.
Con un rito liminal se convertían en gaviotas durmiendo en los riscos de
las playas.
Al
Batro era una especie mutante. Héroe del cambio. Amante del amor.
Cocodrilos hambrientos les devoraban.
Sahra, Sahra, Sahra déjate llevar por el sabor
de las emociones.
“Paseo por calles empinadas con puertas
coloreadas de escaleras al infinito.
Viernes
santo en cementerios judíos y musulmanes. Altares de Dios arropados por las
montañas. Lugares de culto, encuentro con nuestras almas.
Mohamed es el guardián del
cementerio judío de Tetuán. Lleva cincuenta y seis años debajo de un plátano de
sombra cuidando de las tumbas.
Tetuán es una ciudad llena
de historias. Suspiros de vida.
Las imágenes de mi amor por ti se quedaron
grabadas en un cielo añil.
Un adiós sin despedida en un viejo café de Tánger frente al cine
Vox.
17…17 (Diario de Al Batro)
Sara la partera.
Fue a mirar el mar, estaba muy bravo, lleno de
nubes, cuando una amiga la llama para ir a buscar a su sobrina que está de
parto. Entre lodos y piedras sale en busca de la parturienta. Sus quejas son
como cantos de Allá. Solo tiene diez y siete años, es una niña. Llora de dolor
en su pijama de terciopelo azul.
Sara frente a un cartel que dice “Maternité”,
mira el mar.
Torbellino de
emociones. No puede escapar a su destino.
El niño no tiene fuerza para salir hay que
llevarla a Tánger.
El padre de la criatura también es joven. Mira
a su alrededor como si no fuera con él.
Sara piensa en su madre que parió sola en una
habitación con muchos armarios y en su abuela que murió de parto. ¿Cómo se
puede morir de parto?
La vida está en todas las esquinas.
Sale el sol. Otro ser en el mundo. Está
pariendo en un hospital de Tánger. Un olor a intensidad nos acompaña. El padre
cruza los brazos, las abuelas están nerviosas. El destino es caprichoso. Salen
las mujeres doloridas después de un día de estancia con bebes entre mantas de
colores.
MUDAKIRA. Un parto colectivo, ha sido un niño.
Gracias a Dios.
El diario de Al Batro es un camino de puertas
abiertas a la felicidad.
“Cada vez sufro menos cuando te vas y soy más
feliz cuando te encuentro.”
Sara se recompone con un té a la menta. Han sido
muchas las emociones.
Recolocar
los sentimientos es una tarea ardua.
Al Batro la llama, la habitación está vacía.
Se ha regalado el amor. Está en deuda con el
destino.
Sola se embarca en el próximo viaje. Bajará al
desierto para hablar con las dunas…
Sara marchó a la playa con una incipiente
tormenta. Tanta emoción contenida.
Hércules había preparado una habitación de
mariposa con paredes forradas de seda blanca.
Una suite nupcial.
Sara huyó…
Ha terminado la tormenta, sola se encuentra.
Mañana será otro día. El desierto la espera.
El sol se va y el amor desaparece.
Se interna en universos azules de ilusión.
Deja el mar, un día de sol, cosquillas en el estómago, amigos, amor.
Arborescence
Sara se entretiene con un hombre mayor, le
cuenta historias de antes. Así no piensa, mañana sale para Marrakech, la llama
el desierto con grandes voces de Al Batro.
Seis siglos hace que se oyen las voces en
Asilah de una vieja portuguesa que quedó encerrada tras las murallas. Desde entonces
este pueblo lleva su nombre.
Arrastra
una pena al desierto la habitación de la gaviota la llama.
Sara va acoplándose a todos los rincones de su
destino.
Al Batro está con ella, la guía.
Sentada en un café, espera el desayuno. Irá al
hotel de siempre.
Los rituales atan su existencia.
Amanece en Zagora, el sol se levanta detrás de
pan de azúcar.
Sara se siente extraña la indecisión la
acompaña. Toma un café. Se hace anónima.
Escucha la música. Mira
pasar la vida.
Imita a los demás. Sentada por dos horas en un
café. Observa.
Es el tiempo de las sandías. Se exportan
toneladas a Europa. Negocios sumergidos.
Tiene pereza de bajar al desierto. Hace calor.
Los ruidos de la radio y de los coches amansan su alma inquieta. No olvida su
promesa.
En estas tierras rojas de mujeres con telas
negras, piensa en el cementerio judío, blanco e inmaculado. Escucha las
súplicas de su espacio geométrico. La habitación de la gaviota…es un “lien”
ancestral.
Sara se esconde en los cafés. Como en un
teatro es espectadora. Se quita los zapatos, se libera. Baila con la vida.
El café se llena de hombres mirando al frente
con los pies descalzos.
Todos son reyes con ojos pintados y chilabas
blancas.
Cuando te sientas en la vida todo fluye. Se
evaporan los miedos y renace la confianza.
Dos cafés, uno está lleno
y el otro vacío. ¿Por qué?
Hay una paz tan grande que me calma. Me
duerme, me acuna, me mima, me ayuda a existir, a vivir, a ser feliz, a bailar
con las olas. Me faltan las olas, las echo de menos.
Lee en el diario de Al Batro, “Cuando duermo a
tu lado mi cuerpo se hace tuyo, sin pudor te beso, mientras toco tu órgano
erecto, me erizo de placer. Me gusta tanto tu olor que me pierdo. Soy tuya
desde la prehistoria. Te abrazo desde el infinito. Te beso en los ojos amor, me
mimetizo con tu cuerpo y tus sentidos. Soy tu hada, tu mi príncipe. Soy
tu esposa, princesa de Saba. Soy tu señora, la que te canta, la que te sueña,
la que te lame, la que te añora, la que te lava, la que te ordeña. Soy esa la
princesa vacía. Sin tu amor soy esa añoranza externa”
Sara se siente llena de amor como una niña
dorada iridiscente, radiante y eterna.
Sin ataduras en las alas, vuela alto muy alto,
llega a los desiertos y se olvida de todo. Viaja con una mochila y una bolsa de
tela. Como una reina en el asiento de un autobús amarillo.
Se deja llevar por las emociones, siente a Al
Batro en su corazón.
¿Cuántas veces habría recorrido este camino de
peregrinaje al amor? ¿Quién era quién?
¿A quién amaba Al Batro? ¿Fue un amor de viento o de arena?
Un camino hacia el amor, así veía Sara el
desierto. Su alma húmeda la pedía el calor de las dunas. Era un imán de
espacios abiertos y hamadas. Cuando empezaba a ver las crestas de las dunas
lloraba…una emoción intensa invadía su cuerpo.
Sentía en estas tierras su camino.
Como un “dejá vu” Sahra se internaba en los
desiertos.
Ya se ve la torre del guerrero, allí vivía Al
Batro esperando…
Sólo el camino merece la pena, es tan telúrico
que saltan chispas de emoción.
Está llena de arena, su piel es una duna. Sara es una nómada.
Al Batro había encontrado un nido de amor. Su
amor era tan grande que solo cabía en un desierto…
En cada viaje traía sus
ansias y las colocaba debajo de las dunas para que se las llevara el viento.
Sara había encontrado el porqué de este viaje,
se sentía amada de tanto amor.
Bañada por los desiertos quería volar al
norte, al cementerio judío, para pintar en la habitación de la gaviota.
Descansa en una alfombra acunada por la
tormenta. Mañana vuelve. Inchaalla.
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