Mañana
viajo al desierto para cumplir el último deseo de la abuela. Llevar sus
cenizas a las dunas…
Hace
días que me encuentro bolas de colores, las guardo en mi bolso.
Tengo
afonía.
He cocinado un caldo con cebolla, patata y
orégano como los de la abuela.
Curan la garganta…
Camino
hacia el sexto valle, el del asombro.
“Conocerse
así mismo, es existir cien veces” Mantir Uttair.
Esta
mañana tenía fiebre, el pulso acelerado.
Voy
en autobús. Estamos en la Foret Mamora. Me dejo llevar entre mujeres con melfas y hombres con chilabas.
Me
subo al tren del destino. Cumplo el deseo de la abuela, voy al desierto.
La
fiebre persiste.
Había
olvidado lo divertido que es viajar en autobús. Vas despacio sintiendo los
alientos. Las mujeres usan espráis con perfume cuando los olores son muy humanos.
La
felicidad llega suavemente. Este viaje me está curando. Trabajo el “asombro”.
Miro
por la ventana un horizonte de mar frente al Atlas.
He
bajado muchas veces al desierto. Cada viaje abre nuevas puertas.
El
asombro es un enorme fuego que lo consume todo. Quemar el pasado para renacer
de las cenizas.
El ave Fénix que nos
acompaña, está contento se alimenta.
Abre
las alas podemos volar. La abuela me ha dado la llave del caminar.
Los
mensajes subliminares aparecen. Son como arcos infinitos abiertos a la luz.
Un
planeta lleno de juegos.
Soy
tu nieta Aurora, camino para encontrarme.
Una
muerte para un nuevo despertar.
Me
muevo por el valle de la indigencia.
¿Qué
significa la indigencia?
¿Nos
asusta la no posesión?
Indigente,
alguien sin casa, sin hogar, sin familia.
Vagabundo.
¿Quién
era Aurora?
Bajaba
al desierto cada año. Como en un rito liminal, desconectaba con un yo para
encontrar otro.
¿Había otra razón más fuerte para dejarse la
piel?
Su
corazón se enamoró de un ser difícil, de un ser intocable, un amor prohibido.
Su
amante se escurría… a veces se dejaba amar.
Aurora
conoció el desierto con él. Viajaban por espacios infinitos.
Dejaron
parte de sus almas en oasis milenarios.
Me
sentía excitada tenía que encontrar esa dunas donde enterraron su amor.
Hubo
un último viaje. Fue muy triste sabían que él estaba enfermo. Se marchó con la
tormenta de arena. Aurora le siguió con su esencia.
Con
un amor tan grande solo era necesario
que uno de los dos amara. Aurora me ha ensañado
que amar es dar sin esperar recibir.
El amor es eterno, lo arrastras
allá dónde vas.
Hay tantas maneras de amar.
La
abuela amaba con mucha pasión. Se dejaba arrastrar por las emociones.
Puro instinto. No hay mental, la carne se hace
carne.
En
todo amor pasional perdemos el decoro. Empujados por fuerzas animales, lo
humano de desmenuza. Devorados por la pasión sucumbimos en los desiertos.
Nuestro
ser se cristaliza en pequeñas pirámides de azúcar.
El
corazón late rápido e intermitente.
Eres
carne y uña del otro. Respiras al unísono.
Estoy
en el café Tata, el que no tiene café. Pido un té y un bocadillo de
quesito. Tata esta frente al mercado. Las mesas son de
madera.
Hombres de pueblos remotos vienen a sentarse
con sus chilabas blancas y sus gorros de ganchillo, me transporto a otras vidas. Me imagino que
soy un joyero judío que viaja de pueblo en pueblo vendiendo sortijas y
pulseras. O un tratante de camellos que vive en un oasis con muchos hijos y
varias mujeres.Siempre me veo hombre en África.
Con
el té ponen dos vasos, es una cortesía para el invitado. Mi invitado ha sido un
mendigo negro vestido de blanco. Sucio por el tiempo con una nariz muy
grande. Me ha dado las bendiciones
de parte de Allá. La indigencia llevada con la honra.Tata
es el café de la indigencia. Muchos vagabundos llegan pidiendo limosna,
orgullosamente vestidos de blanco.
Estoy
en el séptimo valle.
Mañana
bajo al desierto. Inchaallá.
Me
voy con la tormenta de arena y de sentimientos. La vida me arrastra a lugares
extraños de existencia. Quiero llegar y encontrar los porqués de mi
camino. Indigencia o muerte.
Estoy
sentada en la terraza del hotel frente a una flor de adelfa, aunque sea
venenosa huele muy bien. Es de color de rosa.
Tengo
varios frentes abiertos en el desierto. Puertas abiertas al más allá.
La
tormenta ha terminado. Me siento en mi estancia, el tiempo me calma.
¿Dónde
está mi alma? Perdida…
¿Dónde
estoy? En Zagora, en una terraza mirando la vida.
He
llegado al desierto con una tormenta de arena.
Estoy
en medio de tarajes y dunas en un Bivouac. Unos amigos arquitectos me han
invitado a pasar unos días con ellos. Mañana iré a Bounou tengo que cumplir el
último deseo de la abuela. Sé que quiere que descubra algo que tiene que ver
con la muerte.
¿Muerte
del cuerpo? ¿Muerte del espíritu?
Creo
que la abuela amó mucho en el desierto.
Me siento empapada de su ausencia y su presencia.
Me cuesta abandonarla en esas
dunas.Sus cenizas las llevaré a la playa. Estoy muy triste.
En
Talha, una de las kasbas de M’Hamid el viejo. He encontrado una tumba en un
gran espacio con palmeras. La puerta de entrada es grande y verde. Entrada a la esperanza.
Hay una paz que asusta. Una paz que amortigua
el alma, una paz de entonces.
Esta
tumba hecha de piedras me dice que todo es efímero, somos tierra.
Llueve,
las palmeras bailan de alegría. Las hormigas dan vueltas perdidas.
Viernes
de oración. Escucho la voz del Imán.
La
tierra está mojada, no hay polvo. Hace un calor mojado. Tengo hambre. Estoy en
la habitación de los sabios, disfrutando de un día fresco en el desierto. Es
maravilloso. No quiero irme.
Aurora
me ha regalado tanto. En el norte una casa, en el sur un estar. Me siento como si
viviera aquí desde siempre. Tan dentro de mi piel…
Duermo
entre tarajes, dunas y palmeras.
En
la intimidad de mi vacío soy pájaro sin nido.
Vuelo de riscos a desiertos buscando el alma.
Como
“sen terre” me siento en troncos de palmera…
Estoy en un círculo.
Todo
este infinito nos pertenece. Somos dueños de nuestro destino.
Aurora
era “Un oiseau du Paradis” en el Sahara encontró un lugar dónde vivir.Tenía una casa de barro en un pequeño
oasis de tarajes. Allí como una paloma
incubando su historia. Se dejaba amar por los desiertos. El calor la cobijaba,
los vientos la movían. Su corazón latía de felicidad, soñaba con la vida escrita por los sabios
beduinos.
Su
ser se alimentaba de esencias naturales, dunas y arenas llevadas por las
tormentas. La música acompañaba los días de calima. Sus pies desnudos volaban
entre caminos de tarajes. ¿Qué la trajo aquí?
¿El destino? ¿El amor? ¿La
soledad de un mundo civilizado? ¿La ansiedad de cambio? ¿Su amor por el
desierto? ¿Su amor por él?
No
sabía quién era él, sólo que existía en la hamada. Encontré una foto de un
hombre enjuto, con un turbante grande de color azul índigo. Sus mejillas eran
fuertes salientes en su cara de expresión ardua. Se veía un hombre muy vivido
con aires de grandeza. Curtido por las tormentas. Hecho de carne y
sentimientos. Una barba y un pequeño bigote embellecían su rostro. Era un hombre del desierto, un nómada…un
morador.
Aurora
hija del agua vivió su encuentro con el viento. Su alma errante la movía de
esquina en esquina soñando sueños.
Aurora
aquí te dejo en este oasis de M’Hamid el viejo, entre tarajes y dunas.
Te
entierro y me entierro, yo también quiero existir en esta nada.
Ser
beduina.
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