miércoles, 14 de mayo de 2014

Viaje al desierto


Mañana viajo al desierto para cumplir el último deseo de la abuela.                                                           Llevar sus cenizas a  las dunas…
Hace días que me encuentro bolas de colores, las guardo en mi bolso.
Tengo afonía.                                                                                                                                           
He cocinado un caldo con cebolla, patata y orégano como los de la abuela.                                     
Curan la garganta…
Camino hacia el sexto valle, el del asombro.
“Conocerse así mismo, es existir cien veces” Mantir Uttair.
Esta mañana tenía fiebre, el pulso acelerado.
Voy en autobús. Estamos en la Foret Mamora.                                                                                            Me dejo llevar entre mujeres con melfas y hombres con chilabas.
Me subo al tren del destino. Cumplo el deseo de la abuela, voy al desierto.
La fiebre persiste.
Había olvidado lo divertido que es viajar en autobús. Vas despacio sintiendo los alientos. Las mujeres usan espráis con perfume cuando los olores son muy humanos.
La felicidad llega suavemente. Este viaje me está curando. Trabajo el “asombro”.
Miro por la ventana un horizonte de mar frente al Atlas.
He bajado muchas veces al desierto. Cada viaje abre nuevas puertas.
El asombro es un enorme fuego que lo consume todo. Quemar el pasado para renacer de las cenizas.        
El ave Fénix que nos acompaña, está contento se alimenta.
Abre las alas podemos volar. La abuela me ha dado la llave del caminar.
Los mensajes subliminares aparecen. Son como arcos infinitos abiertos a la luz.
Un planeta lleno de juegos.
Soy tu nieta Aurora, camino para encontrarme.
Una muerte para un nuevo despertar.
Me muevo por el valle de la indigencia.
¿Qué significa la indigencia?

¿Nos asusta la no posesión?


Indigente, alguien sin casa, sin hogar, sin familia.
Vagabundo.
¿Quién era Aurora?
Bajaba al desierto cada año. Como en un rito liminal, desconectaba con un yo para encontrar otro.
 ¿Había otra razón más fuerte para dejarse la piel?
Su corazón se enamoró de un ser difícil, de un ser intocable, un amor prohibido.
Su amante se escurría… a veces se dejaba amar.
Aurora conoció el desierto con él. Viajaban por espacios infinitos.
Dejaron parte de sus almas en oasis milenarios.
Me sentía excitada tenía que encontrar esa dunas donde enterraron su amor.
Hubo un último viaje. Fue muy triste sabían que él estaba enfermo. Se marchó con la tormenta de arena. Aurora le siguió con su esencia.
Con un amor tan grande  solo era necesario que uno de los dos amara.                                                Aurora me ha ensañado que amar es dar sin esperar recibir.                                                                      
El amor es eterno, lo arrastras  allá dónde vas.                                                                                             Hay tantas maneras de amar.
La abuela amaba con mucha pasión. Se dejaba arrastrar por las emociones.                                         
Puro instinto. No hay mental, la carne se hace carne.
En todo amor pasional perdemos el decoro. Empujados por fuerzas animales, lo humano de desmenuza. Devorados por la pasión sucumbimos en los desiertos.
Nuestro ser se cristaliza en pequeñas pirámides de azúcar.
El corazón late rápido e intermitente.
Eres carne y uña del otro. Respiras al unísono.





Estoy en el café Tata, el que no tiene café. Pido un té y un bocadillo de quesito. Tata  esta frente al mercado. Las mesas son de madera.                                                                                                             
Hombres de pueblos remotos vienen a sentarse con sus chilabas blancas y sus gorros de ganchillo,  me transporto a otras vidas. Me imagino que soy un joyero judío que viaja de pueblo en pueblo vendiendo sortijas y pulseras. O un tratante de camellos que vive en un oasis con muchos hijos y varias mujeres.Siempre me veo hombre en África.
Con el té ponen dos vasos, es una cortesía para el invitado. Mi invitado ha sido un mendigo negro vestido de blanco. Sucio por el tiempo con una nariz muy grande. Me ha dado las bendiciones de parte de Allá.         La indigencia llevada con la honra.Tata es el café de la indigencia. Muchos vagabundos llegan pidiendo limosna, orgullosamente vestidos de blanco.
Estoy en el séptimo valle.
Mañana bajo al desierto. Inchaallá.
Me voy con la tormenta de arena y de sentimientos. La vida me arrastra a lugares extraños de existencia. Quiero llegar y encontrar los porqués de mi camino.     Indigencia o muerte.
Estoy sentada en la terraza del hotel frente a una flor de adelfa, aunque sea venenosa huele muy bien. Es de color de rosa.
Tengo varios frentes abiertos en el desierto. Puertas abiertas al más allá.
La tormenta ha terminado. Me siento en mi estancia, el tiempo me calma.
¿Dónde está mi alma? Perdida…
¿Dónde estoy? En Zagora, en una terraza mirando la vida.




He llegado al desierto con una tormenta de arena.
Estoy en medio de tarajes y dunas en un Bivouac. Unos amigos arquitectos me han invitado a pasar unos días con ellos. Mañana iré a Bounou tengo que cumplir el último deseo de la abuela. Sé que quiere que descubra algo que tiene que ver con la muerte.
¿Muerte del cuerpo? ¿Muerte del espíritu?
Creo que la abuela amó  mucho en el desierto. Me siento empapada de su ausencia y su presencia.         
Me cuesta abandonarla en esas dunas.Sus cenizas las llevaré a la playa. Estoy muy triste.
En Talha, una de las kasbas de M’Hamid el viejo. He encontrado una tumba en un gran espacio con palmeras. La puerta de entrada es grande y verde.                                                                            Entrada a la esperanza.                                                                                                                          
Hay una paz que asusta. Una paz que amortigua el alma, una paz de entonces.            
Esta tumba hecha de piedras me dice que todo es efímero, somos tierra.
Llueve, las palmeras bailan de alegría. Las hormigas dan vueltas perdidas.
Viernes de oración. Escucho la voz del Imán.
La tierra está mojada, no hay polvo. Hace un calor mojado. Tengo hambre. Estoy en la habitación de los sabios, disfrutando de un día fresco en el desierto. Es maravilloso.  No quiero irme.
Aurora me ha regalado tanto. En el norte una casa, en el sur un estar.                                                        Me siento como si viviera aquí desde siempre. Tan dentro de mi piel…
Duermo entre tarajes, dunas y palmeras.
En la intimidad de mi vacío soy pájaro sin nido.
Vuelo de riscos a desiertos buscando el alma.
Como  “sen terre” me siento en troncos de palmera…
Estoy en un círculo.
Todo este infinito nos pertenece. Somos dueños de nuestro destino.



Aurora era “Un oiseau du Paradis” en el Sahara encontró un lugar dónde vivir.Tenía una casa de barro en un pequeño oasis de tarajes. Allí  como una paloma incubando su historia. Se dejaba amar por los desiertos.   El calor la cobijaba, los vientos la movían. Su corazón latía de felicidad,  soñaba con la vida escrita por los sabios beduinos.
Su ser se alimentaba de esencias naturales, dunas y arenas llevadas por las tormentas. La música acompañaba los días de calima. Sus pies desnudos volaban entre caminos de tarajes. ¿Qué la trajo aquí? 
¿El destino? ¿El amor? ¿La soledad de un mundo civilizado? ¿La ansiedad de cambio? ¿Su amor por el desierto? ¿Su amor por él?
No sabía quién era él, sólo que existía en la hamada. Encontré una foto de un hombre enjuto, con un turbante grande de color azul índigo. Sus mejillas eran fuertes salientes en su cara de expresión ardua. Se veía un hombre muy vivido con aires de grandeza. Curtido por las tormentas. Hecho de carne y sentimientos. Una barba y un pequeño bigote embellecían su rostro.                                                              Era un hombre del desierto, un nómada…un morador.
Aurora hija del agua vivió su encuentro con el viento. Su alma errante la movía de esquina en esquina soñando sueños.
Aurora aquí te dejo en este oasis de M’Hamid el viejo, entre tarajes y dunas.
Te entierro y me entierro, yo también quiero existir en esta nada.
Ser beduina.

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