martes, 12 de marzo de 2013

Amanecer en Dar Nuyum

Las cúpulas de barro con palomas me saludan
el sol está alto caliente
mis huesos se funden con los sonidos de los gallos
noches de amor con las estrellas
calor en Dar Malika
transito de deseos enterrados secretos…
llevados dentro en el tiempo
amor corre por mis venas
llenas de ti susurrándome existes
soy tuya desde siempre
como anillo dorado en mi mano
caminantes de las dunas
sentimientos vacíos aprisionados en palmeras verdes
trigo pequeño con florecillas amarillas en los jardines de los pueblos
canales de riego esotéricos mojados
llegados del más allá
río seco envenenado de heridas humanas
salado antiguo
vivo cuando llueve
energía contenida entre sus piedras
murciélagos nocturnos
libélulas buscando el alma
placeres soñados
hallados en estos rincones del Mundo
mundo de entonces ahora encontrado
silban los niños hablando con los pájaros
tela negra silla de mi  cuerpo
en esta terraza de la Tierra
amaneceres azules sin viento
nostalgias del verano
aire del mar de antes
cálido y fresco
sol extasiado
llega la noche la antesala de los sueños
te tengo o te sueño?
pregunta siempre explorada
te espero en esta noche estrellada.


Hicimos el amor sin penetrarnos sentido
hablado susurrado soñado de antes de siempre…
desnudos sin pudor viajamos agarrados de las manos
nos elevamos al cielo y tocamos las estrellas
un abismo de amor
nuestros pies se hundían en las dunas
solos
palabras eróticas surcan mis caderas
me enciendo, me muero
te siento desde entonces
antes de la hamada cuando el Draa era mar
mar salado
me abrazabas desde la orilla hasta dentro
sentido clásico lento bello revuelto y mágico
me comes toda hasta en fondo de mi alma divina
transformo el amor en poesía
me siento escribo brillo
alegrías del cuerpo que llegan más tarde al espíritu
te espero sabes que te deseo, lo siento
al menos dame una noche más de amor
que riegue mi vida de flujos transparentes internos
llévame por las dunas de tu cuerpo
hasta tu oasis…
allí saciaré mi sed con tu espuma
duermo y sueño
déjame rascarte las heridas de tu pecho amándote
después te enviaré mis besos
dentro de cajas de cartón de color de rosa
te pensaré todo al tiempo antes de desaparecer
por el espejo como bruja de Blancanieves
te llamaré para envenenar tu manzana
de elixir de amor hasta que mueras por dentro
así vendrás a mí con tu esencia renovada
alegre sin miedos…
unidos nuestros cuerpos
besaremos el desierto
comeremos dátiles de palmeras
dormiremos en oasis
viajaremos eternamente como pájaros efímeros
tu duna y yo viento

cuentame un cuento... Plácido


Érase una vez un refulgente castillo, de esplendorosas murallas, esbeltas torres adornadas de radiantes banderas multicolores, en sus alrededores los campesinos trabajaban felices unas tierras fértiles que más de dos cosechas daban al año y en su interior los valerosos caballeros se adiestraban en el arte de la guerra mientras los escuderos sacaban lustre a sus armaduras, por los pasillos y salones las damas y doncellas,  bellas y lozanas jugaban , o se acicalaban.

Eran tantas las maravillas que narraban sobre la vida de sus moradores, que mucha envidia levantaba, y por ello en muchas ocasiones sus aguerridos caballeros tuvieron que hacer huir a los codiciosos que les atacaban, no hubo batalla
donde fueran derrotados, pero tampoco nunca pretendieron las tierras de sus vecinos, y nunca una guerra iniciaron.

Los días transcurrían alegres en su rutina, y luego al caer la noche , cuando ya todos descansaban, todas las noches, sigiloso, un amante se deslizaba entre los oscuros pasillos y entraba en la alcoba de su amada que ya desnuda le esperaba, eran tantos los  besos, las caricias, los susurros amoroso, era tanta la exaltación que de dicha habitación emanaba un espíritu que al instante hacia estremecer al guardián que en su garita dormitaba, sin poder evitarlo se desprendía de sus pesadas armaduras, cuyos pedazos iba dejando por los corredores hasta , sin llamar, pasar a la habitación de las doncellas donde su amada ansiosa le deseaba, otros soldados amaban sin pudor alguno a las suyas.
En la habitación de los señores, mientras la dama era poseída por uno de los bufones, el  caballero lamía a la preferida de sus doncellas; en el pajar, el sacerdote, desprovisto de sus ropajes inquisitoriales, se perdía entre las carnes voluptuosas de la más lozana de las campesinas, y en la sacristía los monaguillos se masturbaban dichosos. 
Solo se escuchaban palabras de amor, suspiros de placer y gozo.
Antes de que el primer rayo iluminase la oscuridad de la noche, el amante volvía feliz a sus aposentos, el centinela se colocaba en posición de guardia, y todo volvía a la normalidad,  un nuevo día radiante amanecía.

De esta forma narraba el juglar la dicha de aquel castillo, y de como la noches  hacían de los días momentos de grata felicidad, a sabiendas de que cada noche el placer, el éxtasis volvería a sus almas.
Y no había pueblo , por muy pequeño que fuese, que una vez terminada su narración con todo lujo de detalles, no hubiese, oculto en algún recoveco o sombra, un campesino o una joven, que preguntase de si por un casual el pudiese darles referencia de como llegar a ese idílico lugar y él , siempre contestaba , que existe, allende las montañas,  con las banderas convertidas en largas hojas de palmeras; las reinas y princesas vestidas de telas negras bordadas con hermosos colores; ellos con majestuosas chilabas y elegantes turbantes, efectivamente existe un lugar donde el amor se desliza por sus oscuros callejones para amar más allá de tiempo. 
 

 



 

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