En las noches de invierno las cocinas calientan ollas de couscous
paredes negras mujeres quemadas por el tiempo
grandes hijas del desierto…
madres sin descanso casi sin aliento
hijos enfadados con su destino sin rumbo
vidas enterradas por la arena intensas
mujeres de barro grandes señoras de los oasis
almas fuertes enteras trabajando el Mundo
pan y couscous para la tribu
nómadas vírgenes de tierra
inmaculadas y eternas
acurrucadas con gatos en la cama soledad compartida
vidas llenas de amor fatiga llanto baile y bodas
esculpidas en la Hamada manos negras quemadas
por el pan de cada día
bendecidas…
madres por siglos prisioneras de su destino
amadas y respetadas.
Érase una vez un Rey y una Reina
vivían en el desierto entre casas de arena
vestían con telas y turbantes negros
se alimentaban de cabras turrones plátanos y naranjas
tenían muchos hijos rubios morenos negros azabache
un patio con pájaros perros camellos y un burro.
El Rey partía con su caravana al Norte en busca de alimentos
cuando regresaba estaba feliz
sus hijos bailaban los pájaros cantaban
a veces la luna llena acompañaba sus encuentros
bañando sus almas
estaban bendecidos por la gracia de Allá.
Pasaron días felices reconstruyendo castillos de arena
llenando de agua los pozos
soñando sus vidas escuchando el silencio
vieron tantos amaneceres…
su reino fue corto e intenso
su amor eterno
dicen que partieron al Sur se perdieron…
dicen que sus hijos llenan desiertos
dicen que los vieron en las orillas del mar
el Rey en el mar del Norte
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