Está sola… ¿Cómo llenar la maleta
de ilusiones?
Despertar…
Un andar despacio por el destino.
Ser…
Buscar respuestas…
Reina viaja al otro lado dejando
atrás la historia.
Camina por las orillas de Iberia
con el susurro de un adiós en cada paso.
A lo lejos otro continente África…se
acerca un barco amalgamado de gaviotas.
Adiós Iberia.
Reina vuelve a abandonar al hijo,
atormentada.
Los catorce kilómetros del
Estrecho servían de estocada a su maternidad.
Matar a la madre para encontrarse
con el ser.
“Trato de recorrer nuevamente mi
vida en busca de su plan” Marguerite Yourcenar.
Tanta emoción llevó a Reina al colapso. Un esguince en el
tobillo la dejó postrada en la cama.
De repente se dio cuenta que no
era un gato. Era humana.
Atendida por las amigas se sentía
querida. Entendía la idea…humanidad.
La casa de los gatos se disolvía.
Se alejaba del rincón de los sueños… sujeta por la realidad.
Sentada en la escalera de los
humanos tendría que sujetar su alma felina.
Un mundo lleno de amistad.
Agradecida pasaba las horas. El tiempo evaporado. La ilusión suspendida.
Agradecida pasaba las horas. El tiempo evaporado. La ilusión suspendida.
La habitación blanca de cuatro
camas se convirtió en su tabernáculo.
Un plato con una estrella y dos
cuadros de paisaje marino…su despertar.
Cuatro paredes eran todo su
universo. Las risas de la calle su música.
Por las tardes venían las mujeres
a tomar café.
Había una energía espléndida en la habitación sanadora.
Había una energía espléndida en la habitación sanadora.
¿La magia, el mal de ojo, los
celos, podrían provocar un esguince?
Reina creía en la magia. Su
ideología ancestral era su instinto.
Un mal de ojo sólo era una mirada
de resentimiento por celos o envidias.
¿Esa energía en ebullición podía
provocar catástrofes?
Si, la magia existe…
África era mágica porque aún existía la magia.
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