Preparar un couz-couz el viernes, es una tradición que viene
del pasado.
Viernes de oración, familia y couz-couz.
Mi empatía me lleva a esta celebración. Me uno al sabor del
“Smen har” (mantequilla salada).
Me gusta oler por las calles el rancio de esta tradición.
Esta mantequilla salada es fundamental para el aroma y el
sabor.
Los olores son tan familiares…
Recuerdo el del cocido que hacía mi madre y el amor a todos
sus ingredientes.
Sobre todo adoraba el plato enorme de croquetas al día
siguiente.
Las colocaba en forma de pirámide, eran grandes hechas a
mano de todos los restos de carne.
A escondidas, iban
desapareciendo en mi estómago.
He ido al mercado a comprar smen har. Las señoras de la
esquina que venden quesos y mantequilla
me han dicho que entre hasta el fondo y pregunte por Sofian…
Ya huele mi casa a smen har, couz-couz, familia.
Hoy es un día lleno de amor. El sol está presente y todo se
viste de energía amarilla.
Me siento pletórica. Huelo al couz-couz , escucho
los cánticos de Allá.
Escucho a los vecinos, espero el encuentro con el otro.
El otro lado del espejo
Satisfacer un deseo inhabitado al tiempo que juegan la
partida de dominó.
Un buda blanco al otro lado.
Té a la menta en una silla verde, coches de caballos que van
a la playa…
Sabático.
Las fichas de dominó suenan atávicas a la música oriental
junto a recetas de ”coriandre”.
Sentarse en el tiempo-espacio de un emotivo día de viento
ligero estrangulado.
Mi alma flota efervescente contra el viento.
Soldade.
¿Qué tenemos al otro lado del espejo?
¿Placebos enlatados?
¿Sueños?
Todo cambia detrás del círculo. Sin permanencia existimos
agarrados a los vientos.
Temblando…
¿Por qué hoy los hombres llevan chilabas blancas, es sábado?
Miradas bajas para no ver las heridas…
Risas oblicuas desordenadas.
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