La primera manifestación artística
fue un diario fabricado por mí misma.
El 29 de Octubre de 1969 es el día donde doy rienda suelta a mis sentimientos.
Tenía 12 años.
Empieza con un sueño, por supuesto
de amor…
Pasan cuatro años llenos de cambios que me arrastran a expresarme a través del arte plástico.
Primero trabajo el barro hasta
llegar a la pintura.
Siempre me ha movido el amor y el
desamor.
Desentierro el pasado para
conocerme mejor.
Tahani Sabri en “El tratado sobre
el amor de Avicena” afirma que “el movimiento de realización del ser, consiste
en conocerse a uno mismo y a su fuente”
« Il y a un amour naturel en tout être » Avicena.
Sublimar el sufrimiento para
llevarlo al campo de la creación.
Trabajo con lo encontrado, la
basura, lo efímero, lo transformo para que transmita algo nuevo.
El movimiento me acompaña a lo
largo de mi vida enseñándome lo efímero de nuestro tránsito, al mismo tiempo que
siento la necesidad de perpetuarme. Una contradicción…
Los dos primeros cuadros que pinté
me persiguen por treinta años como un mástil al barco.
Los pinté en un palacio en Almagro.
Me sentía nerviosa de enseñárselos “al maestro”, no dijo nada, “sigue pintando”,
le gustaron…
Me da miedo el reconocimiento. La
crítica.
Ahora quiero exponerme desde el
otro lado. Es una forma de desapego…
Hace años que transporto maletas
llenas de objetos…
El pasado es una caja llena de
recuerdos. ¿Cómo te deshaces de ello?
Abres la caja, ordenas, editas y
dejas el lastre. To go beyond…
Mi primer maestro era un pintor
realista que me influyó a pintar bodegones y retratos.
Paris era mi ciudad fetiche.
Desde los 17
años encontré excusas para viajar allí. Hice varias exposiciones.
Lo cotidiano me enferma.
Me
fui a Paris a vivir dejando atrás el lastre…casa, amor y trabajo.
Llegué con un rollo de cuadros
debajo del brazo. Me despedía de Madrid con una exposición de Frida Khalo, otra
de mis maestras.
Paris estaba a mis pies.
Trabajaba en un taller en Les
Halles. Un artista descentrado nos mantenía a mí y otro chico uruguayo.
Pasábamos el día pintando sin preocuparnos de nuestra subsistencia.
Alquilé “un atelier d´artiste” en la Cité des Fleures. Conocí al que
fue el padre de mis hijos.
Dos años llenos de cuadros…
Todo está en Madrid. Era cierto
había una gran movida madrileña.
Pero las grandes galerías y los
últimos movimientos, el abstracto impresionista, el pop, eso estaba en la gran
manzana.
La estancia neoyorquina la compartí
con la maternidad. Estudié Fine Arts en una prestigiosa universidad y tuve dos
hijos. Tiempos de gloria.
Son los acontecimientos quienes me
mueven. Me dejo llevar.
Volvía a Madrid
después de seis años en N.Y.
Ventura de la Vega me había hecho
artista, ahora me acogía en sus paredes.
Un piso enorme en el centro de
Madrid, destartalado era perfecto para trabajar con objetos encontrados.
No cabían más trastos…
Alquilaba habitaciones a otros
artistas. Todos en la finca nos dedicábamos al arte.
Fueron buenos tiempos llenos de
inspiración.
Cansada de grandes urbes me mudo a
un pueblo pequeño.
Trabajo con materiales locales,
óxidos, carbón y tierras en paredes de barro en el desierto.
Tanto movimiento me lleva a la
escritura.
Mi escritura es automática. No sigo
guión. La inspiración en forma de canal dejo que fluya.
No estoy atada a ninguna etiqueta,
escribo por amor…
Pretendo pintar igual que escribo.
Inchaalla.
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