martes, 3 de noviembre de 2015

SUNDUQ














La primera manifestación artística fue un diario fabricado por mí misma.
El 29 de Octubre de 1969 es el día donde doy rienda suelta a mis sentimientos.
Tenía 12 años.
Empieza con un sueño, por supuesto de amor…



El segundo diario ya en un cuaderno “Centauro” de pastas azules. 1972/1974.













Pasan cuatro años llenos de cambios que me arrastran a expresarme a través del arte plástico.

 Primero trabajo el barro hasta llegar a la pintura. 




Siempre me ha movido el amor y el desamor.
Desentierro el pasado para conocerme mejor.
Tahani Sabri en “El tratado sobre el amor de Avicena” afirma que “el movimiento de realización del ser, consiste en conocerse a uno mismo y a su fuente”
« Il y a un amour naturel en tout être » Avicena.
Sublimar el sufrimiento para llevarlo al campo de la creación.
Trabajo con lo encontrado, la basura, lo efímero, lo transformo para que transmita algo nuevo.
El movimiento me acompaña a lo largo de mi vida enseñándome lo efímero de nuestro tránsito, al mismo tiempo que siento la necesidad de perpetuarme. Una contradicción…
Los dos primeros cuadros que pinté me persiguen por treinta años como un mástil al barco.
Los pinté en un palacio en Almagro. Me sentía nerviosa de enseñárselos “al maestro”, no dijo nada, “sigue pintando”, le gustaron…





Me da miedo el reconocimiento. La crítica.
Ahora quiero exponerme desde el otro lado. Es una forma de desapego…
Hace años que transporto maletas llenas de objetos…
Lo virtual es un estupendo almacén de ideas. Único espacio accesible para los tímidos.











El pasado es una caja llena de recuerdos. ¿Cómo te deshaces de ello?
Abres la caja, ordenas, editas y dejas el lastre. To go beyond…





Mi primer maestro era un pintor realista que me influyó a pintar bodegones y retratos.
Me gustaban las telas grandes donde posaban mis amigas.













Paris era mi ciudad fetiche. 
Desde los 17 años encontré excusas para viajar allí. Hice varias exposiciones.  







Lo cotidiano me enferma.
Me  fui a Paris a vivir dejando atrás el lastre…casa, amor y trabajo.
Llegué con un rollo de cuadros debajo del brazo. Me despedía de Madrid con una exposición de Frida Khalo, otra de mis maestras. 






Paris estaba a mis pies.
Trabajaba en un taller en Les Halles. Un artista descentrado nos mantenía a mí y otro chico uruguayo. Pasábamos el día pintando sin preocuparnos de nuestra subsistencia.
Alquilé “un atelier d´artiste” en la Cité des Fleures. Conocí al que fue el padre de mis hijos.
Dos años llenos de cuadros…





Viaje a Nueva York, finales de los años ochenta. Me preguntaban ¿Qué haces aquí?
Todo está en Madrid. Era cierto había una gran movida madrileña.
Pero las grandes galerías y los últimos movimientos, el abstracto impresionista, el pop, eso estaba en la gran manzana.
La estancia neoyorquina la compartí con la maternidad. Estudié Fine Arts en una prestigiosa universidad y tuve dos hijos. Tiempos de gloria.















Son los acontecimientos quienes me mueven. Me dejo llevar.
Volvía a Madrid después de seis años en N.Y.                                          
Ventura de la Vega me había hecho artista, ahora me acogía en sus paredes.
Un piso enorme en el centro de Madrid, destartalado era perfecto para trabajar con objetos encontrados. 




No cabían más trastos…
Alquilaba habitaciones a otros artistas. Todos en la finca nos dedicábamos al arte.
Fueron buenos tiempos llenos de inspiración.






















Cansada de grandes urbes me mudo a un pueblo pequeño.
Trabajo la cerámica por diez años.

Vuelvo a la pintura con una serie de autorretratos.







Empiezo a viajar a Marruecos.






Trabajo con materiales locales, óxidos, carbón y tierras en paredes de barro en el desierto.
Tanto movimiento me lleva a la escritura.
Mi escritura es automática. No sigo guión. La inspiración en forma de canal dejo que fluya.
No estoy atada a ninguna etiqueta, escribo por amor…
Pretendo pintar igual que escribo. Inchaalla.


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