Por razones del destino Iulia no viajó
a Dakhla.
Alquiló una casa en la antigua medina. Desde
la terraza podía ver el mar, era como estar en un barco, podía echar el ancla.
Todas las tardes veía las puestas de sol.
Había vuelto a escribir.
La llamada de la oración la conectaba con su
espíritu. Pedía por aquellos que no habían encontrado el camino. Hablaba con
los pájaros, unos pequeños todos negros que venían a dormir en la buganvilla del vecino.
“La mer” estaba presente. Apenas cien meros
entre su cuerpo y las olas.
En una mesa redonda de plástico azul claro,
mirando el mar pensaba en la felicidad.
Todo era rosa, las gaviotas volaban
alegres en el cielo coloreado.
Iulia sentía el contento
de estos seres que tienen la suerte de tener alas para volar.
Un
silencio absoluto… el canto del mar… un atardecer mágico.
Era un placer mirar el cielo, los pájaros. Estaba atada a “la mer”. Incondicional
era su amor por este espaci
marino.
El sol bailaba con las nubes en una cuna rosa.
Iulia tenía un nido entre nubes, olas y gaviotas.
Siempre quiso vivir al lado del mar, muchas veces estuvo cerca.
La casa barco la inspiraba con recuerdos pegados a esa línea del
horizonte. Un bien estar
acompasado. Un mar azul serpenteado de almenas coloreadas. El batir de las
olas y la llamada a la oración formaban el tándem mágico.
Iulia escondía un
secreto hermético.
El horizonte cada vez más marino. Un acumulo
de nubes blancas y grises se amontonaban en el lugar exacto donde se pondría el
sol, en un atardecer de tormenta intenso.
“Mientras me siga sorprendiendo el lugar que
habito y pueda salir a las calles como si fuera la primera vez que las he
pisado, me quedaré”.
Iulia se sentía en
paz mirando el horizonte. Los pequeños
barcos salían a pescar.
Qué fácil es sentir el amor prestado.
Había recibido un paquete con ropa y objetos
varios que la mantenían viva. Se sentía querida.
Su anonimato la estaba matando.
La necesidad del otro es tan fuerte como la
corriente…te lleva a los abismos, te dejas abrazar…
Iulia estaba
perdida se sentía sola. Un malestar muy hondo la rodeaba.
Hay personas que te dan luz.
Entre los objetos varios se encontraba un
candelabro de bronce, una bandeja de plata, dos vasos de cristal uno amarillo y
otro rojo y dos cuchillos dorados.
Se sirvió unas lentejas con mucho comino y
cilantro fresco en uno de los cuencos decorados de Fez y encendió una vela.
Todos estos objetos estaban dentro de un farol
de hierro forjado.
Ahora estaba
en casa de Iulia, tenía tanta
presencia como un amante. Lleno
de luz…con una espiral en la cabeza, amor en estado puro. La amistad una vez más
abría un camino…
La terraza de la casa barco se había
convertido en su tabernáculo.
Todos los días como los pájaros se dejaba envolver por los efluvios de
despedida. Disfrutaba de
esos momentos volaba… era todo azul claro…
Hay luna llena, está detrás de esas nubes
rosas.
Mi amor entre dos palmeras con nubes doradas en un cielo gris blanco.
Iulia espera la
llamada de la oración para dejar la terraza.
Ya está saliendo la luna llena. Está más
blanca que nunca abrazada de nubes grises.
Otro día azul y soleado. Cielo y mar unidos por una línea infinita.
Ya están llegando los barcos, habrá pescado.
Amada por la atmosfera. Espera a la luna…
Iulia era
supersticiosa. Había roto un pequeño espejo con marco de plástico azul. Siete años de mala suerte.
¿Qué pensamientos rondaban su cabeza en esos
momentos?
¿Qué era la mala suerte?
Después de siete años ¿vendrá la buena?
Atrapada en la superstición decidió echarse a
la calle para vivir la calidez del sol en la terraza de un café.
Salam maleikum compartidos… cotidianos
salvaban su alma.
Antes de salir de casa había colocado un
“Kri-Kri”, amuleto de protección en el lugar donde estaba el espejo.
Todo cambia. Iulia empezaba nuevos
negocios. Una tienda, nuevas emociones, otra raíz.
Dejaba el
mundo contemplativo. Esta luna nueva traía la acción.
Pintaba, tejía, escribía, cocinaba, llenaba
sus días.
Para
vencer a la mala suerte iba contra corriente con su secreto a cuestas.
“La belleza es efímera, todo perece, cambia”.
Renace…
Había soñado con su último amante.
Todo era mentira.
El
mundo onírico inventa historias para
entender la realidad.
Se sentó en la mesa de siempre, al sol,
llevaba la cabeza mojada.
Este ritual era su preferido, le inspiraba. No
era muy sano un café con churros.
Era el precio por la inspiración…
“Inspiración divina” Esa era la respuesta a la
pregunta. ¿Qué nos inspira?
Zelis
ponía la tierra para sus raíces.
Un solo sueño, vivir en el desierto en una
casa de barro.
“Solo con la visión del tobillo, en la terraza
de un café, recordaba las noches de amor con la luna llena y el rugir del mar.
Su amante era un hombre de campo, de aspecto rudo, especial, único. Toda la
brutalidad se deshacía con el contacto físico. Se ablandaba como un caracol por
su baba”
“La mer” estaba indeleble, su corazón también.
Paseaba por las calles con una sonrisa.
Todo era amor…
Una puesta de sol dorada, llena de naranja en
un mar azul calmo.
Bandadas de pájaros…hasta mañana, inchaallah.
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